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consolarla. Intentó una vez más recurrir a la debilitada nobleza del rey, pero de nada
sirvió.
Bhima habló de nuevo y dijo:
—Voy a matar a Duryodhana. Mi hermano Arjuna matará a Radheya. Este Sakuni,
que es tan hábil jugando a los dados, será aniquilado por mi hermano Shadeva. Os lo
digo una vez más, por favor escuchadme todos con atención. Cuando estalle la guerra
todo esto sucederá:
Mataré a Duryodhana con mi maza y pondré mi pie sobre su cabeza. Y os aseguro
que beberé la sangre del corazón de Dussasana.
Arjuna dijo:
—Bhima, los que viven seguros en sus casas nunca pueden comprender el peligro
que les espera afuera. Tus palabras se cumplirán. Todavía no he visto a nadie escapar a la
ira de Bhima. La tierra se beberá la sangre de vosotros cuatro: Duryodhana, Dussasana,
Sakuni y Radheya. De esto no hay duda. —Arjuna hizo entonces un terrible juramento.
Dijo—: Declaro solemnemente que obedeceré las órdenes de mi hermano. Mataré a
este Radheya y a todos sus seguidores en la guerra. Mataré a todo aquel que sea lo
suficientemente necio como para ayudarle. Les enviaré a todos a la mansión del señor de
la muerte. La montaña Himavan puede que cambie de lugar, el Sol puede salirse de su
órbita señalada y la Luna puede perder su tranquila naturaleza; pero yo os aseguro que
no faltaré a este terrible juramento que he hecho.
Shadeva se dirigió a la asamblea y dijo:
—Sakuni, tú eres una mancha en el nombre de los gandharas. Tus queridos dados,
no son dados; son veloces y afiladas flechas que aseguran tu muerte. Juro que te mataré
a ti y a todos los tuyos. Espero que tengas el valor de enfrentarte a mí en la guerra, como
un hombre. No sé si tendrás el valor de luchar, pero si lo tienes, juro que te mataré. Te lo
aseguro.
Nakula dijo:
—Mis hermanos han jurado matar a Duryodhana, Dussasana, Radheya y Sakuni; y
yo prometo que mataré al hijo de Sakuni. Mataré a Uluka. Morirán todos en manos de
los pandavas, en una guerra que con toda seguridad tendrá lugar en un futuro cercano.
Estoy seguro de ello.
Llovían flores sobre los pandavas mientras pronunciaban sus juramentos. Arjuna
dijo:
—Si por mí fuera no pospondría la muerte de estos pecadores. No quiero esperar a
una guerra. Si no hubiera sido por Yudhishthira, os hubiéramos matado a todos ahora.
Con sus ojos llenos de ira, sosteniendo el gandiva en su mano y con la respiración
entrecortada por la agitación, Arjuna parecía como la muerte misma dispuesta a destruir