Page 156 - Egipto Tomo 1
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                 carros y sus caballos en persecución de los fugitivos: hasta podemos mostrar al lector el
                 retrato del versátil monarca, que después de haber prestado su consentimiento cuando le
                dominaba  el temor, retirólo en cuanto se creyó á cubierto de todo peligro. En el museo
                 de Bulak se conserva otra representación del mismo príncipe,  los rasgos de cuyo rostro
                son más afeminados aún que  el del que reproducimos. Con  la partida de los judíos con-
                 cluye el papel que desempeñó Tanis en la historia de la humanidad. Merced á su grandeza
                 pudo conservar durante mucho tiempo  la importancia que gozaba en Egipto: más aún,
                 en el siglo octavo antes de la era cristiana, dió vida á una nueva dinastía, cuya existencia
                fué sin embargo efímera; pero después de esto nada.
                  Abandonamos al cabo  el  sitio que ocupáramos junto á la tumba del jeque, y con  el
                 bastón en  la mano empezamos á  recorrer aquellos importantes restos. La mayor parte
                de las inscripciones están dedicadas á los dioses Ammon, Pftah, ó Ra-Harmakhis. Muchos
                fueron los monumentos que llamaron poderosamente nuestra atención; pero en su mayor
                 parte yacen sepultados bajo la arena, estando terminantemente prohibido á los guardianes,
                 bajo las penas más severas, que consientan á los extranjeros la más insignificante operación
                para ponerlos al descubierto. La  feliz casualidad que permitió descubrir á Lepsius y sus
                acompañantes un monumento importantísimo, sobre  el cual no se habían fijado los direc-
                tores de las excavaciones, era un hecho demasiado reciente para que se hubiese por completo
                borrado de su memoria. Dicho monumento, conocido con el nombre de Piedra de Tanis,
                ó Decreto Canópico, goza ya merecida fama:  lo encontraremos en  el museo de Bulak
                donde se conserva y  allí nos ocuparemos de  él cual corresponde. Contentémonos ahora
                con citar, como de paso,  la grandiosa estela de granito, semi-enterrada entre los escombros,
                en  la cual se consignan hechos de una antigüedad superior á  la que en otras partes se
                consigna, pues se remontan á la época de los Hvksos;  el coloso, en pórfido, de Ramses  II,
                sobre el cual se distinguen todavía las huellas de un colorido brillante; las capillas labradas
                en una piedra granujienta parecida  al alabastro; el torso femenino que, como las amazonas
                ofrece la singularidad de tener el pecho izquierdo más turgente que el derecho; las estatuas
                negras de Sekhet, con cabeza de leona, y finalmente, las estatuas sentadas, labradas en
                 basalto oscuro ó granito rojo casi purpurino.
                   La mañana que siguió á mi segunda noche pasada en claro, tuve ocasión de observar en
                Tanis una animación desusada, frente por frente de la casa de mi huésped. Provenia de la
                 llegada de numerosos pescadores, que venidos en espaciosos barcos, con las redes tendidas á
                sus costados, vendian al mejor postor, cual suelen hacerlo todos los mártes y los viérnes,
                 puestos en grandes canastos de mimbres, los peces cogidos en el lago Menzaleh. El cuadro
                que esta escena ofrecía era como  pocos original  , hasta un punto que no se borrará de
                 mi memoria.
                   Nada hay en Egipto  tan genuinamente africano como  los animales que habitan sus
                aguas. El Nilo alimenta los mismos peces que  el Senegal: con sus cabezas achatadas,
                sus ojuelos imperceptibles, y sus peludas y prolongadas aletas, diríase que pertenecen á
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