Page 342 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO 259
sugirió la astucia y hasta la fuerza: sólo así pudo conseguir un acabado retrato de ese
médico perteneciente al reino vegetal.
Según la tradición el árbol que nos ocupa fué plantado por Fatima, la hija del Profeta;
pero por más que hemos hecho, no nos ha sido dable hallar indicio de ella: Soyutr, muerto
en 1506 no la menciona. En cambio hemos sido más felices en nuestras investigaciones
encaminadas á averiguar la época á que se remonta la mezquita más antigua de Egipto,
es decir la que se distingue con el nombre de su fundador Amr, en la cual nos hallaremos
dentro de breves instantes, es decir en cuanto abandonemos la isla de Roda, para recorrer
de nuevo las calles y los miserables montones de ruinas que constituyen al presente la
antigua ciudad de Fostat.
Con razón se ha dicho de la mezquita que nos ocupa que es la más importante del
Cairo. El conquistador la hizo erijir en el sitio en que, durante el asedio de Babilonia
habia establecido su tienda el mercader Kuteibah, siendo sus dimensiones cincuenta codos de
longitud por treinta de latitud. El elevado pupitre que Amr hizo disponer para la lectura
del Coran, fué derribado por orden del califa á quien pareció poco digno que los oyentes
quedaran más bajos que el lector. Delante de la entrada principal veíase la morada de
Amr, que hace mucho tiempo ha desaparecido, siendo muy pocos los restos que hasta
nosotros han llegado bajo su forma original, hecho que no debe sorprendernos, pues al
cabo de treinta años de haber sido erijido mandólo derribar el gobernador Maslama, que
lo hizo reconstruir de nueva planta añadiendo un alminar. Devorado á su \ez poi un
incendio al cabo de dos siglos, volvióse á reconstruir.
Cuando después de haber corrido las vecinas é insignificantes callejuelas, y salvado los
montones de escombros y basura se encuentra el viajero ante las paredes informes y
polvorientas de semejante monumento, comprende que encierran una de la& obias má»
venerables v mejor concebidas de la arquitectura oriental. En efecto: basta atravesar el
vasto patio de la mezquita para experimentar una impresión de sorpresa, producida por la
grandeza del espacio que rodean los pórticos, sentimiento que se trueca luego en pena é
indignación al considerar la indiferencia con que se mira un edificio importantísimo conde-
nado á destrucción inmediata , y que luego da lugar á la admiración y al respeto que se
apodera del ánimo en presencia de cuanto es verdaderamente grande, cuando haciendo
abstracción de las lagunas y de las partes arruinadas, se reconstruye en la mente el
grandioso conjunto de esta construcción sin par.
Da^e á la mezquita de Amr el nombre de «la Corona de las mezquitas, >> calificativo
que en cierto modo le corresponde, así por su venerable antigüedad y sus grandiosas formas,
solamente en ella, los fieles de todas las religiones que reconocen
como porque en ella, y
un solo Dios, se han reunido más de una vez para dirigirle sus oraciones en las épocas
de peligro común.
Qué espectáculo el que debió ofrecer en tiempo de Mahomed-Alí cuando los musulmanes
guiados por sus ulemas; los cristianos de todas las confesiones conducidos por sus obispos