Page 344 - Egipto Tomo 1
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tian. Xo se tomaron en manera alguna el trabajo de asimilarse lo que encontraban más
perfecto y acabado; ni ajustar las necesidades que sentían, las obras de artistas extran-
jeros más inteligentes y experimentados: la columna con su elevado fuste recordó al hijo del
desierto el tronco de su palmera: en la cúpula vio su antigua tienda, kubba: tales elementos
les satisfacían y por lo mismo los aceptaron sin vacilar. Sorprende verdaderamente el
considerar la manera como el genio griego modificó el modelo de la columna poligonal
egipcia, ennobleciéndolo con el exquisito sentimiento de lo bello que animaba á aquel pueblo,
hasta introducirla en el templo dórico como miembro orgánico del cual no se podia
prescindir. En cambio, los árabes, de acuerdo en esto con su religión y su carácter nacional,
procedieron de otra suerte con los pueblos que reducían á su obediencia con el filo de su
cimitarra: pues empezando por arrancar, sin el menor escrúpulo, las columnas de los
de los al paso, por más que fueran majestuosos,
templos y palacios que encontraban
venerables y dignos de ser conservados, las emplearon en sus construcciones, sin modificar
en ellas cosa alguna; tal cual las encontraban, y sin preocuparse poco ni mucho del orden
arquitectónico á que pertenecían, de las dimensiones ó espesor de sus fustes, ni de la materia
de que estaban labradas. Si para el fin que se proponian resultaban cortas, elevábanlas
colocándolas encima de una base de mayor altura, ya que para ellos el basamento no
tenia más valor ni importancia que el de mero soporte. Respecto á la cúpula tomáronla
de los bizantinos, llevándola á su completa perfección. En cuanto á la metamorfosis, por
demás natural, del arco en plena cintra, conocido hacia mucho tiempo en los demás
pueblos, se manifiesta por vez primera en sus monumentos. En cambio pertenéceles abso-
lutamente la rica ornamentación de las superficies planas por medio de arabescos, habiéndola
tomado del arte de tejer estofas y tapices en el cual eran consumados maestros desde la
más remota antigüedad. Si no la emplearon en sus construcciones de los primeros tiempos,
débese únicamente á que no se habían tomado el trabajo de trasladarla del telar de que
salían sus trajes de ceremonia y las alcatifas que cubrían el suelo de la tienda ó de sus
camarines, á las superficies de la piedra.
En la mezquita de Amr no se encuentra de ella resquicio alguno: sólo más tarde llega
á constituir la tónica inseparable y característica del estilo árabe, al cual pertenecen también
los motivos de ornamentación de formas estalactíticas, que en vano pretenderíamos hallar
en otro estilo alguno, que tan felizmente y con tanta frecuencia empleaban para enlazar
artística y delicadamente las líneas horizontales con las verticales, y que tan bien haríamos
nosotros en emplear utilizando sus fantásticas formas donde fuese posible su aplicación.
Prescindiendo de esto no falta á la mezquita de Amr una sola de sus dependencias;
uno sólo de los objetos del menaje que encontrarémos en todas las mezquitas, y que nos
apresuraremos aquí á poner ante los ojos del lector, dejando para lugar más acomodado
el llamar su atención sobre la tumba del fundador, las escuelas, las fuentes públicas y los
demás establecimientos de beneficencia que suelen formar parte integrante de la inmensa
mayoría de tales templos. El patio, en el cual hemos reconocido la forma más antigua
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