Page 348 - Egipto Tomo 1
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EL CAIRO                    265
               columnas de la Meca. El jefe de los creyentes mandó á una de ellas que emprendiera el
               camino de Fostat: pero por más que se  lo dijo una y otra vez permaneció inmóvil en  el
               sitio en que se hallaba, visto lo cual por el califa, que comprendió que no tenia intención
               alguna de obedecerle, sacudióle un tremendo latigazo, conjurándola á cumplir su mandato
               en nombre de Dios y del Profeta. Inmediatamente remontóse  el  fuste por los aires, y
               derecho como una saeta fué á caer en el lugar en que se realizaba la construcción. Todavía
               puede notarse  el  efecto producido por  el nombre del Profeta que se destaca escrito en
              caractéres blancos sobre el fondo gris del fuste.  Tentando los caracteres no se nota hueco
              ni  relieve, siendo por tanto  difícil explicar su existencia en  la piedra:  al parecer forma
              parte integrante de la misma, debiéndose tales caractéres á un verdadero capricho de  la
              naturaleza: pero M. Lütthe supone que se obtuvo semejante resultado atacando  el mármol
              por medio de  una  fuerte
              presión, que produjo ligeras
              modificaciones debajo de su
              superficie.
                 Contadas son las ocasio-
              nes en que se llena de fieles
              la mezquita  de Amr:  en
              cambio hubo un tiempo en
              que sus paredes hoy desnu-
              das, estaban cubiertas de
              brillantes colores y de res-
              plandecientes  dorados,  so
              abrían  sobre  otros tantos
              atriles mil doscientos no-
              venta ejemplares del Coran,
                                           Fi, A 1>E MUSÜLMANES QUE ESTÁN kezanZ>u
              y á la hora del crepúsculo
                                  ocho mil lámparas.  Hoy subsisten en pié cincuenta y dos
              ardían nada ménos que diez y
              columnas tan solo: antiguamente, según se dice, su número era mayor que el de los dias
              del año.  Fácil es imaginar, después de  lo dicho,  el espectáculo que debia ofrecer aquel
              recinto tan profusamente iluminado, en el momento en que millares de creyentes se prepa-
              raban para  la oración  con entusiasmo  idéntico  al que podía animarles tratándose de
                             ,
              disponerse para una batalla.
                En las mezquitas nadie se sienta: no se ven en ellas bancos ni  silla».  El musulmán
              sostiene que la oración es una batalla continuada contra  el e»pnitu de la» tinieblas, que
              trabaja incesantemente en crear obstáculos á las relaciones entre el hombre con Dio» y  el
              Profeta. De aquí que los fieles para elevar á Dios sus oraciones, se coloquen en apretadas
              filas, como un ejército en presencia  del enemigo: viéndoles en semejante disposición se
              diría que es una hueste que marcha al combate bajo la dirección de un jefe; el imán, que
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