Page 348 - Egipto Tomo 1
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columnas de la Meca. El jefe de los creyentes mandó á una de ellas que emprendiera el
camino de Fostat: pero por más que se lo dijo una y otra vez permaneció inmóvil en el
sitio en que se hallaba, visto lo cual por el califa, que comprendió que no tenia intención
alguna de obedecerle, sacudióle un tremendo latigazo, conjurándola á cumplir su mandato
en nombre de Dios y del Profeta. Inmediatamente remontóse el fuste por los aires, y
derecho como una saeta fué á caer en el lugar en que se realizaba la construcción. Todavía
puede notarse el efecto producido por el nombre del Profeta que se destaca escrito en
caractéres blancos sobre el fondo gris del fuste. Tentando los caracteres no se nota hueco
ni relieve, siendo por tanto difícil explicar su existencia en la piedra: al parecer forma
parte integrante de la misma, debiéndose tales caractéres á un verdadero capricho de la
naturaleza: pero M. Lütthe supone que se obtuvo semejante resultado atacando el mármol
por medio de una fuerte
presión, que produjo ligeras
modificaciones debajo de su
superficie.
Contadas son las ocasio-
nes en que se llena de fieles
la mezquita de Amr: en
cambio hubo un tiempo en
que sus paredes hoy desnu-
das, estaban cubiertas de
brillantes colores y de res-
plandecientes dorados, so
abrían sobre otros tantos
atriles mil doscientos no-
venta ejemplares del Coran,
Fi, A 1>E MUSÜLMANES QUE ESTÁN kezanZ>u
y á la hora del crepúsculo
ocho mil lámparas. Hoy subsisten en pié cincuenta y dos
ardían nada ménos que diez y
columnas tan solo: antiguamente, según se dice, su número era mayor que el de los dias
del año. Fácil es imaginar, después de lo dicho, el espectáculo que debia ofrecer aquel
recinto tan profusamente iluminado, en el momento en que millares de creyentes se prepa-
raban para la oración con entusiasmo idéntico al que podía animarles tratándose de
,
disponerse para una batalla.
En las mezquitas nadie se sienta: no se ven en ellas bancos ni silla». El musulmán
sostiene que la oración es una batalla continuada contra el e»pnitu de la» tinieblas, que
trabaja incesantemente en crear obstáculos á las relaciones entre el hombre con Dio» y el
Profeta. De aquí que los fieles para elevar á Dios sus oraciones, se coloquen en apretadas
filas, como un ejército en presencia del enemigo: viéndoles en semejante disposición se
diría que es una hueste que marcha al combate bajo la dirección de un jefe; el imán, que
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