Page 46 - Egipto Tomo 1
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             dadas, encerrándose después de tan vergonzosa fuga en cierta torre que se levantaba en una
             lengua de tierra lamida por las aguas del gran puerto de Alejandría, á la cual apellidó su
             Timonium, nombre del misántropo ateniense acerca del cual el poeta más célebre del Musco
             de Alejandría, Callímaco, habia compuesto el siguiente epigrama:
                      Timón, tú que vives muerto, habla: ¿.Qué detestas más, la vida
                      O bien el reino de la muerte?  Este. La noche contiene no pocos de vosotros.
               En medio de tanta desdicha, Antonio, solo, abandonado, entregóse con Cleopatra á la más
             depravada disolución. Hubo un momento en que en un combate contra Octavio dió muestras
             de su antiguo valor; mas el destino acabó con  él y con su amada.  El vencedor sólo pudo
             apoderarse de  los cadáveres  de ambos  amantes:  él echando mano de  la espada,  ella
             haciéndose morder por una serpiente venenosa, se sustrajeron á las pruebas de un porvenir
             desprovisto de toda esperanza.
               Cuando Octavio subió al trono de los emperadores, el Egipto depuso su cetro sin la menor
             resistencia, quedando convertido en  provincia romana.  Los Césares que  le sucedieron
             fueron  apellidados por  los sacerdotes autócratas  ó soberanos absolutos y  recibieron  los
             honores divinos de los faraones hasta en los santuarios más recónditos de  la Catarata y do
             los Oasis del desierto. En la llanura situada al oeste de Alejandría, en  el lugar en que
             Antonio fué vencido por Augusto, fundó éste  el arrabal de Nicópolis, y los emperadores
             romanos que  le sucedieron, continuaron embelleciendo con suntuosos edificios  la capital
             de  Egipto.  Los  alejandrinos  edificaron  en  honor  de  Tiberio  el monumento llamado
             Sebasteion, junto al gran puerto, en el sitio mismo en que se levanta hoy la llamada Aguja
             de Cleopatra, que la ciudad de Trieste pretende poseer.  El otro obelisco, que durante largos
             años yació derribado, háse de levantar en Londres, no habiendo llegado al Támesis sino
             después de una larga y peligrosa navegación del extraño buque que á este efecto se mandó
             construir. Pero ninguno de estos obeliscos tuvo nunca que ver cosa alguna con Cleopatra:
             no siendo cierto tampoco que esta reina mandase levantar  el Sebasteion en honor de César
             después del nacimiento de Cesarion.  El obelisco de que se trata ha tomado su nombre pol-
             la sencilla razón de ser éste uno de los pocos de la antigüedad que se han conservado en
             la memoria de las generaciones posteriores, las cuales los han enlazado con las grandiosas
             obras de tiempos que fueron.
               El famoso obelisco se sacó de la antigua Heliópolis (ciudad del Sol), para que sirviese
             de compañero  al Sebasteion. Mide ÍZ6 metros de altura y su hermano, gemelo separado
             de él para siempre, pues Mahomed-Alí se lo regaló á los ingleses, se levantará un dia en
             las orillas del Támesis, como en otro tiempo se levantó el obelisco de Luksor en la plaza
             de la Concordia de París.  El rey Thutmosis III fué quien, en el siglo xví ántes de Jesucristo,
             en  la época  de  esplendor  del  Egipto, mandó labrar  la  llamada Aguja de  Cleopatra,
             revistiendo de una plancha de plata dorada  la cúspide de la misma y los jeroglíficos que
             magnifican la gloria de su nombre.
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