Page 42 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA ANTIGUA
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                  del año egipcio, cooperó con César en la obra de la introducción del calendado que conocemos
                  nosotros con el nombre de Juliano. Al entrar César triunfante en Roma, pudo contemplar el
                  pueblo la magnífica estatua que representa el Nilo, y una reproducción del faro de Alejandría;
                  y cuando tres años después el ambicioso Dictador sucumbía bajo  el puñal de los conjurados,
                  Cleopatra habitaba con Cesarion, hijo de ambos, la magnífica quinta que le pertenecía en las
                  márgenes del Tibor.
                    Más tarde, es decir, después de  la batatalla de Filipos, Cleopatra, que contaba entonces
                                                                     comertiilo
                  veinticinco años, logró con sus encantos fascinar á Antonio, que debía juzgarla, y
                                       aprisionándolo con los lazos de un amor novelesco, cuyos
                  en esclavo sumiso y obediente; y
                  efectos experimentó ella misma, indújole á seguirla á Alejandría, con cuyo motivo volvieron
                  á brillar para Bruchium los antiguos tiempos de sus espléndidas fiestas y  animados regocijos.














                                  CLEOPATRA EX EL RIO CYDNO YENDO AL ENCUENTRO DE ANTONIO
                  La deslumbradora magnificencia de  la chalupa en que  la encantadora soberana del Nilo
                  remontara la corriente del Cydno, para salir al encuentro del general romano; la irresistible
                  seducción de sus encantos y de su belleza, y la sin par cultura de aquella mujer, que podia
                  hablar en su idioma respectivo con los guerreros de las naciones más distintas , debieron de
                  ejercer verdadera fascinación, si hemos.de creer á Plutarco, que menudamente lo puntualiza
                  en una descripción  tan  brillante  y acabada, que Shakespeare,  para pintar  la primera
                  entrevista de los célebres amantes, consideró que no debía hacer más que transcribir literal-
                  mente la narración del historiador.

                            La navecilla que la llevaba, cual solio refulgente dijérase arder sobre las
                           aguas. La popa era de oro batido; de púrpura el velamen, y tan impregnado de
                           perfumes, que  el mismo ambiente parecía enagenado  de amor.  Los remos
                           argentados movíanse acompasadamente al son de dulces flautas, y obligaban al
                           agua, por ellos azotada, á que marchara en su seguimiento con mayor rapidez,
                           como enamorada de sus golpes. En cuanto á Cleopatra, toda descripción seria
                           deficiente: recostada bajo holgado pabellón de oro y sederías; más bella que la
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