Page 94 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA MODERNA
             infinita, ha querido otorgar á los fieles en
                                         los lugares en que se establecen:  maltratar
             intencionalmente  ti una palmera seria considerado grave delito.
               No  existe en  Oriente don alguno de  la Providencia más  útil  é importante que  el
             camello y  la palmera;
                           y de aquí que no nos sorprenda que uno de sus poetas, por medio
             de un ingenioso letruécano haya formulado en proverbio
                                                  el incomparable valor que con-
             ceden los orientales á dichos objetos, diciendo:
                                                     1
                           La palma es el camello y el camello la palma del desierto.
               Sí, mei ecidas son tantas  y tales alabanzas:  de  la raíz á  la cima no  tiene este árbol
             parte alguna que caiezca de \erdadera utilidad. Regiones hay en Oriente que no disponen
             de  otra madera de construcción que la que les proporciona  el tronco del mismo; con su
             corteza filamentosa lábranse cuerdas y esteras; sus ramas se emplean en la construcción
             de  techos, camas,  sillas, jaulas y  cestos; y no hay para que hablar de  la prodigiosa
             cantidad  de  nutritivo,  sano  y regalado alimento  que producen en otoño  los pingües
             racimos de  dátiles que brotan á  raíz  del penacho de  sus ramas.  Explícase, pues, por
             natural  el esmero que ponen  los árabes en  el cuidado de esos árboles de sexo distinto,
             conocidos ya por  los antiguos egipcios con  los nombres de palmera padre y palmera
             madre, y  la atención con que auxilian artificialmente á la naturaleza, espolvoreando con
             el polen de la palmera macho las flores de la palmera hembra  .
               Así como  el suizo en país extraño suspira tristemente recordando sus agrestes mon-
             tañas, de  la propia suerte  el árabe se juzga desterrado cuando no distingue  el gallardo
             cimbrear de  la  airosa  palma. Por eso  el primer Ommiada  que  reinó en España, no
             pudiendo vivir en su nueva patria sin la sombra protectora de su árbol favorito, se hizo
             traer de  la  Siria un  tierno plantón que colocó por su propia mano en su alquería de
            Ruzafa,  cerca de Córdoba, dispensándole las más cariñosas atenciones;  y no satisfecho
            con esto todavía,  escribió en honor de su querida palmera una sentida é inspirada com-
            posición en la cual, con candorosa sencillez y amorosa ingenuidad, revela los sentimientos
            que excitaba en su alma la contemplación del árbol predilecto de su país.
                  Tú también eres ¡ob palma!    A tus hermanas de Oriente
                  En este suelo extranjera.     Mandarías tristes quejas
                  Llora, pues; mas, siendo muda,  A las palmas que el Eufrates
                 ¿Cómo has de llorar mis penas?  Con sus claras ondas riega;
                                                Pero tú olvidas la patria
                 Tú no sientes, cual yo siento
                  El martirio de la ausencia.   A par que me la recuerdas;
                                                La patria de donde Abbás
                 Si tú pudieras sentir
                                                Y el hado adverso me alejan
                 Amargo llanto vertieras.
             1 A semejante operación, que practican también  los labriegos, en  las comarcas de España en que se cultiva  la palmera, se
               el expresivo nombre de machear . —
            le da              .
             2 A la versión castellana que, ajustándose al texto aleman de A.  F. Schack en  su eruditísimo libro sobre la Poesía y Arte
                             dio, de la tierna composición del Beni-Omeya Abderrahman, nuestro respetable maestro don
            de los Arabes en España y  Sicilia,
            A. Bergnes, hemos sustituido la debida á la elegante y castiza pluma de nuestro distinguido amigo el Sr. D. JuanValera, que con
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