Page 278 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Las huellas  trinitaria y teándrica  267
       que toca  al primero, Abenarabi reconoce como esencial a  la unidad
       divina cierta trinidad de relaciones, y de aquí infiere que los cristianos
       que creen en el dogma de la trinidad de personas y excluyen la trini-
       dad de dioses, no deben ser condenados como politeístas, siendo de
       esperar—dice—de la divina misericordia que se salvarán. Y la razón
       metafísica de esta opinión suya se inspira en  el concepto pitagórico
       del número tres, que es  el origen de los números impares, porque  el
       uno, por sí solo, ni es número ni explica la muchedumbre del cosmos:
       del uno no puede nacer  sino uno, y el número más simple dentro de
       la muchedumbre es el tres (1). En otros pasajes aplica esta doctrina
       aritmética a la teología, exigiendo tres elementos divinos, tres relacio-
       nes, en la vida de Dios, para explicar por ellos el origen y la existen-
       cia del cosmos, a saber: la esencia divina, la voluntad divina y la pa-
       labra divina; pero añadiendo que todos tres se identifican realmente
       en Dios (2). En otros libros, finalmente, vuelve sobre este tema, es-
       forzándose en establecer analogías entre  el dogma cristiano de la tri-
       nidad de personas dentro de la unidad de esencia y la doctrina del
       Alcorán que, según Abenarabi, también  insinúa  cierta  trinidad de
       nombres divinos esenciales y matrices—Dios, Señor y Misericordio-
       so— que no implica multiplicidad (3).
         Por lo que toca al otro artículo de la fe cristiana, el teándrico, en
       el capítulo anterior se comprobó bien palmaria  la influencia que en
       la doctrina de Abenarabi sobre la unión mística ejerció el dogma cris-
       tiano de la unión hipostática. Quiere todo esto decir que  el máximo
       abismo abierto en un principio entre el cristianismo y el islam, es de-
       cir, la negación de esos dos dogmas, el trinitario y el teándrico, había-
       se ido borrando lentamente por la obra de los teólogos sufíes que cul-
       mina en esta actitud de Abenarabi.
         Esta actitud de simpatía y aproximación hacia la dogmática cris-
       tiana es, para mí, una simple secuela del intenso y extenso influjo que
       el ascetismo del monacato cristiano había ejercido en  la espirituali-
         (1)  Fotuhat,  III, 166, 228, 603.
         (2)  Fotuhat,  II, 90.
         (3)  Dzajáir, 42-43. Cfr. Fosús, 139-142.
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