Page 274 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El esoterismo            263
       con los tradicionales en el islam. Bien lo hemos visto a través de las
       páginas de este estudio (1). Por otra parte,  si su mística peca de os-
       cura en la expresión, su ascética en cambio es, por su forma y estilo,
       francamente popular y asequible al lector del vulgo iletrado. Este con-
       traste explica además una aparente contradicción que  la actitud de
       Abenarabi ofrece: de un lado, vimos que su sistema se basaba en  el
       más radical escepticismo, negando a la razón discursiva toda eficacia
       en la búsqueda de la verdad filosófica y teológica y esperándolo todo
       de la sola iluminación mística que se logra con  el ascetismo (2); de
       otro lado, el andamiaje esotérico de su espiritualidad, fabricado con los
       más abstrusos teoremas de la metafísica alejandrina, parece desmentir
       aquel radical escepticismo en las ciencias humanas. Pero no hay con-
       tradicción alguna en esa actitud, porque lo que Abenarabi pretende es
       que  el simple  fiel, profano en los estudios especulativos, alcanza, sin
       más instrumento que el de la disciplina ascética, la iluminación divina
       y con ella las más altas intuiciones de las ciencias todas. Y una vez
       iluminado, se expresa ya en términos tanto o más abstrusos y técnicos
       que los que emplea el metafísico o el teólogo más sutil y culto. Es la
       misma actitud de todos los místicos ocultistas que siempre propugna-
       ron la paradoja de la docta ignorancia.
         (1)  En cada uno de los temas ascéticos lo hemos señalado oportunamente.
       Las coincidencias con  la espiritualidad ortodoxa y exotérica del islam obede-
       cen en gran parte al magisterio de Algazel, cuyas opiniones cita y adopta Abe-
       narabi con frecuencia. Sirvan de ejemplo los pasajes sisruientes del Fotuhat:
       (I, 363) sobre la tesis de que sólo Dios es ser real;  (1, 338) sobre los place-
       res del paraíso, sensibles, fantásticos e ideales;  (I, 357)  la utilidad de la medi-
       tación metódica;  (I, 431) doble sentido, literal y místico, de la purificación  ri-
       tual;  (I, 437) ídem, respecto de todos los preceptos litúrgicos;  (I, 627) sobre
       ei valor ritual de la elevación de los ojos al cielo en la oración;  (II, 381) sobre
       el sentido del tawhid;  (II, 839) sobre el hombre microcosmos y los nombres di-
       vinos;  (II, 384) sobre los dos métodos, de analogía y remoción, para penetrar
       en  la esencia de Dios;  (I, 56;  II, 408-9) sobre los cuatro modos de existencia
       en todo ser;  (I, 364, 424) sobre la incapacidad de los canonistas o alfaquies
       para la vida interior, etc. Comprueba todas estas coincidencias explícitas y con-
       fesadas  el hecho de que Abenarabi dió cursos públicos del Ihia de Algazel en
       la Meca. Cfr. Fotuhat, IV,  15, 716.
         (2)  Cfr. Caracteres,  § 3 y Fotuhat,  I,  42.
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