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374 OBRAS DE SELGAS.
eos son los dos, y caballos unos y otros; pero
en Trice hay ahora una compañía sobresaliente
anoche estuve, y los vi hacer prodigios.
— ¿Estuviste anoche?
— Sí.
— ¿Hubo mucha gente?
— Mucha.
— ¿Te divertirías?
— ¡Phs!
— ¿A quién viste?
— Vi.... (contestó Victoria) ; no recuerdo en
este momento. Ah ! Sí, ahora caigo : vi á Plácido.
;
— Hola (exclamó Leocadia. ) Es natural ; pa-
¡ !
rece que ha de ser aficionado á los caballos.
Victoria movió la cabeza.
—¿No?—preguntó Leocadia.
— Sí (le contestó su amiga). Todos los hom-
bres son aficionados á los caballos; y si no fuera
más que eso , pase.
— Qué! ¿Hay más?
i
— ¡Vaya !
— ¿Qué hay? -
Aquí la morena hizo un gracioso gesto con
la boca , contestando :
— Chica; el Sr. D. Plácido tiene todas las tra-
zas de un insigne calavera.
— Qué dices! — exclamó Leocadia.
¡
— Lo que oyes : es amigóte de los clowns ; 1
figúrate tú qué gente ! Allí lo veía entrar y sa-
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