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MAL DE OJO. 375
lir, hecho todo un personaje ecuestre. Si no estoy
equivocada , al salir la que monta en pelo , la
esperó y le puso en la manó un ramo de flores
,
que ella se llevó á la boca quiero decir, á las
;
narices. Esto no quita que le haga el rendivú á
no sé qué ricacha de provincia. Vamos, te digo
que es un coquetón que se pierde de vista.
Victoria decía todo esto con esa indiferencia
con que se habla de cualquier cosa. Miraba á
una parte y á otra con la volubilidad de los ojos
que no encuentran dónde fijarse , como si no
prestara grande atención á lo que estaba di-
ciendo. Leocadia, por su parte, la oía sin pesta-
ñear y cuando acabó , le dijo :
,
— ¡Parece imposible! ¡Ah
- ! Yo no lo hubiera
creído nunca.
— ¿Por qué? ¡Bah! Hay que creerlo todo.
Pero ¡ vaya! , hablemos de otra cosa.
,
Leocadia apoyó el codo en el pasamano del
balcón , y se pasó la mano por la frente. Victo-
ria habló de modas, de teatros, de todo lo que
hablan las mujeres, sin conseguir de su vecina
más que medias sonrisas y medias palabras.
La madre de Leocadia era una señora chapa-
da á lo antiguo que vivía á la buena de Dios,
,
franca como pocas mujeres ; lo que había en su
corazón, al instante estaba en su boca. Al ver á
su hija, que acababa de dejar á Victoria, excla-
mó , diciendo