Page 405 - Fantasmas
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Joe Hit



   fusa.  Y en  el sótano,  cada noche,  la máquina  de escribir  seguía
   poniéndose en marcha, llenando  hojas de papel con  palabras
   en  bruscas  y sonoras  ráfagas.
         La hija del hombre  muerto  se  ocupaba  de ella.  Apren-
   dió cuándo  debía  meter  una  hoja nueva  de papel en  el rodillo
   de manera  que cada noche la máquina escribiera  tres  nuevas  pá-
   ginas de una  historia,  como  cuando  su  padre vivía.  De hecho,
   la máquina parecía esperarla con  un  ronroneo  jovial hasta que
   tenía  una  hoja en  blanco  que  embadurnar  de tinta.
         Cuando  hacía ya mucho  tiempo que nadie prestaba aten-
   ción a la máquina  de escribir,  Elena  continuaba  bajando  al só-
   tano  cada noche  a escuchar  la radio, doblar  la ropa  de la seca-
   dora y meter  una  nueva  hoja de papel en  la IBM  cuando  ésta
   lo necesitaba.  Era una  manera  sencilla  de pasar  el rato,  mecá-
   nica y agradable,  como  visitar la tumba de su padre a diario pa-
   ra  depositar flores  frescas.
         Además,  había  empezado a disfrutar  leyendo  las histo-
   rias cuando  estaban  terminadas.  Historias  sobre máscaras,  béis-
   bol, sobre  padres  e hijos...  sobre  fantasmas.  Las  que  más  le
   gustaban  a Elena  eran  las de fantasmas.  ¿No era  eso  una  de
   las primeras  cosas  que  te  enseñaban  en  cualquier  curso  sobre
   escritura?  Escribe  sobre lo que conoces.  Pues  bien, el fantasma
   de la máquina de escribir  escribía  sobre fantasmas  con  gran co-
   nocimiento  de causa.
         Pasado  un  tiempo,  cada vez  que  la máquina  necesitaba
   una  cinta nueva  había que encargarla.  Después  incluso  IBM de-
   jó de fabricarlas.  Las líneas  de linotipia  se  fueron  rompiendo.
   Elena las reemplazó,  pero  entonces  el carro  empezó  a funcio-
   nar  mal.  Una  noche  se  atascó  por completo,  no  corría,  y de la
   carcasa  de hierro  empezó a  salir un  humo  grasiento.  La má-
   quina siguió martilleando  una  letra tras  otra,  una  encima  de la
   otra,  con  una  suerte  de furia  silenciosa,  hasta  que  Elena  llegó
   hasta  ella y consiguió  hacerla  callar.



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