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El Popol Vuh 47
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He aquí los nombres de sus mujeres: [La de] la Blanca Mansión del Mar, nombre de la
mujer de Brujo del Envoltorio; [La de] la Mansión de los Bogavantes, nombre de la mujer de Brujo
Nocturno; [La de] la Mansión de los Colibríes, nombre de la mujer de Guarda-Botín: [La de] la
Mansión de los Guacamayos, nombre de la mujer de Brujo Lunar. Tales son los nombres de sus
mujeres: éstas fueron jefes. Ellos engendraron a los hombres, a las tribus pequeñas, a las tribus
grandes. Ellos fueron; nuestro tronco, de nosotros los hombres quichés. Numerosos fueron
también Los de las Espinas, Los del Sacrificio, quienes no fueron más que cuatro114 pero esos
cuatro solos [fueron] nuestros padres, de nosotros los quichés. Diversos ¡son] los nombres de
cada uno de los que ellos engendraron allá lejos, en el Este. De sus nombres vinieron [los] de los
hombres de Tepeu115 , Oloman, Cohah116 , Quenech, Ahau, como se llamaban estos hombres
allá lejos, en Oriente, donde ellos engendraron. Se sabe también el comienzo de los de Tam117 ,
de los de Iloc. Juntos vinieron de allá, lejos, del Este.
Brujo del Envoltorio, abuelo, padre de las nueve Grandes Mansiones, de los Cavek. Brujo
Nocturno, abuelo, padre de las nueve Grandes Mansiones de los Niha. Guarda-Botín, abuelo,
padre de las cuatro Grandes Mansiones de los Ahau-Quiché. Tres fracciones de pueblos fueron.
No [están] perdidos los nombres de sus abuelos, sus padres, quienes engendraron, se
desarrollaron allá lejos, en Oriente. Vinieron también los Tam, los Iloc, con las trece ramas de
tribus, las trece Aglomeraciones, con los Rabinal, los Cackchiquel, los de Tziquinaha; después
los Zacaha; en seguida los Lamak, Cumatz, Tuhalha, Unabaha, Los de Chumilaha, con Los de
Quiba-ha, Los de Batenaba-ha, los Hombres de Acul, Balami-ha, los Canchahel, los Balam-Col.
Solamente son las grandes tribus, las ramas de tribus, las que decimos: no contamos más que a
las grandes. Muchas otras completaban [la población] en cada fracción de la ciudad; no hemos
escrito sus nombres, sino solamente [los de] las engendradas allá lejos, en Oriente. Muchos
hombres fueron; en la obscuridad se multiplicaron; cuando se multiplicaron, el día, el alba, no
habían sido dados a luz; todos juntos existían; importantes eran sus seres, sus renombres, allá
lejos, en Oriente. No eran sostenes, nutridores, pero hacia el cielo erguían sus rostros. No sabían
lo que habían venido a hacer tan lejos.
Allá existían numerosos hombres de las tinieblas, hombres del alba. Numerosos [eran] los
rostros de los hombres, numerosos los lenguajes de los hombres; dos [solamente] sus orejas118 .
“Hay linajes en el mundo, hay regiones, en las que no se ve el rostro de los hombres; [estos] no
tienen casas, sino que recorren, como locos, las montañas pequeñas, las montañas grandes”,
decíase entonces, ultrajando a los hombres de aquellos países. Así dijeron ellos allá lejos,
cuando vieron levantarse el sol.
Todos no tenían [entonces] más que una lengua; no invocaban a la madera, a la piedra; en
ellos subsistía el recuerdo de la Palabra de Construcción, de Formación, de Los Espíritus del
Cielo, de los Espíritus de la Tierra.
Hablaban meditando sobre lo que ocultaba el alba; preguntaban cómo ejecutar la Palabra
de amor, aquellos amantes, aquellos obedientes, aquellos respetuosos; erguían después sus
rostros hacia el cielo, pidiéndole sus hijas, sus hijos. “¡Salve, oh Constructores, oh Formadores!
Vosotros véis, vosotros escucháis. Vosotros. No nos abandonéis, no nos dejéis, oh dioses, en el
cielo, en la tierra, Espíritus del Cielo, Espíritus de la Tierra.
Dadnos nuestra descendencia, nuestra posteridad, mientras haya días, mientras haya
albas. Que la germinación se haga, que el alba se haga. Que numerosos sean los verdes
caminos, las verdes sendas que nos dais. Que tranquilas, muy tranquilas, estén las tribus. Que
perfectas, muy perfectas, sean las tribus. Que perfecta sea la vida, la existencia que nos dais, oh
Maestro Gigante [Relámpago], Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago. Huella del Muy
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