Page 50 - Muerte al Rey II
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Debe perfeccionar permanentemente su juego, profundidad y ampliar su repertorio de aperturas,
pulir su técnica ajedrecística, analizar complejos finales. No obstante, el ajedrez no es una perpetua
adquisición de una suma de conocimientos. Es dinámico y cada resultado final se puede mostrar
como una revisión de resultados intermedios. La verdad debe reservarnos cada vez algo nuevo. Mis
propios comentarios de partidas no son para mi inquebrantable. Yo los reviso con gusto; con el
tiempo muchas ideas experimentan una nueva valoración, y, por supuesto, las propias también. De-
dico mi preferencia a mis nuevos errores y los analizo.
“Cuando un maestro de ajedrez comenta una partida, a menudo intenta ocultar sus imprecisiones
y negligencias”, escribe Botvinnik en 1980. “Kasparov no lo hace. El ambiciona la verdad, procura
ser objetivo”. “El duelo intermedio”.
Wilhelm Steinitz: El primer consejo consiste en que el estudiante debe esforzarse por medir sus
fuerzas con ajedrecistas lo más fuertes posibles. Debo dirigir la atención encarecidamente al hecho
de que la regularidad en el estudio y la práctica facilita de forma decisiva la obtención de rápidos
éxitos. Quien haga una y otra cosa, progresará en poco tiempo. Es bastante mejor que un ajedrecista
consagre al estudio seis veces seguidas a la semana una hora diaria, que seis horas una sola vez. Un
buen método para desarrollar su fuerza de juego, su comprensión y su memoria, es la costumbre
de reproducir algunas partidas mentalmente, y aún mejor es examinar partidas magistrales, de las
que se publican con buenos comentarios en libros y revistas. (“The Modern Chess Instructor”)
Siegbert Tarrasch: Yo sólo sé que mis derrotas no se explican por falta de fuerza, sino por la in-
capacidad de aprovecharla. De mis fracasos tienen la culpa la subestimación del adversario y la so-
breestimación de mis propias posibilidades. Yo admitía que para el triunfo era suficiente sentarse
ante el tablero y mover las piezas; el adversario perdería sólo a causa de las sensaciones que el Dr.
Tarrasch le transmitiría. Mientras yo colocaba a la ligera las piezas y no profundizaba en el juego,
estaba satisfecho con la creencia de que la causa correcta (por cierto la mía) al fin al cabo retendría
la supremacía…Por ello sufrí correcto castigo, que no obstante me fue muy útil. Finalmente com-
prendí que esto no era suficiente, para ser un buen ajedrecista, también había que jugar bien…No
debo subrayar especialmente, que yo nunca jugué (como se suele decir) “a tablas”, excepto natural-
mente en aquellas situaciones que me eran desfavorables y en las que el mejor juego por mi parte
me ofrecía como máximo un empate. Las nociones jugar “a ganar” o “a tablas” las tengo por falsas.
Yo considero cada posición como una tarea en la que el reto sería encontrar la mejor jugada, y me
esfuerzo por resolverla. Si veo la jugada más fuerte, que contiene posibilidades de victoria, entonces
sencillamente la excluyo de mi propio pensamiento, para elegir otra, que sólo lleva a tablas. La triste
tala de piezas, que contribuye a unas rápidas tablas, me repugna y me divierte. (“300 Schachpar-
tien”)
Enmanuel Lasker: Puede equivocarse, pero no vale la pena engañarse a sí mismo. Quien en la
vida sostiene su opinión con valentía, naturalmente también puede perder. Pero si se esfuerza por
comprender la causa de su derrota, entonces redundará en su beneficio. Paulatinamente, llegará a
ser un maestro, un pensador, un artista. A quien le falta audacia para la realización de sus ideas,
pierde la capacidad de lucha y está cercano a la derrota. El estudio del ajedrez debe ser una educación
de la facultad de pensar por sí mismo.
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