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El garbanzo verde
2º PREMIO
AUTOR: MARCOS REY
COLEGIO: CEIP JOSÉ JALÓN
CATEGORÍA: INFANTIL
“LA ESCULAS DE TOTALÁN”
Sentados toda la tarde vi como mis abuelos recordaban con cariño sus años en el colegio, los dos son de
un pueblo muy pequeñito de la Axarquía de Málaga, que se llama Totalán.
Todas sus casas son blancas y huele a biznagas y jazmines, es un pueblo lleno de almendros y olivos.
Me contaron que fue época difícil y que no pudieron estudiar tanto como les hubiese gustado porque las
niñas tenían que ayudar en casa haciendo labores del hogar y los niños tenían que ayudar a sus padres
en el campo.
Los días que podían ir a la escuela los recuerdan fríos porque no había calefacción como ahora, tampoco
tenían tantos libros ni cuadernos para cada asignatura. Mi abuelo solo tenía una pizarrita pequeña,
también usaban un tintero y una pluma que ponían en el escritorio donde había un agujero para meterlo,
cuando se acababa la tinta el profesor se la rellenaba de una botella que tenía.
Las asignaturas eran pocas, daban aritmética que ahora es matemáticas, geografía, lengua, religión y
formación del espíritu nacional, ésta última asignatura les enseñaba la vida política del momento.
Tenían que rezar todos los días nada más llegar al colegio y dos o tres veces por semana cantaban el
himno nacional español.
Los pupitres eran de madera que tenían una tapa que se levantaba y dentro había una cajonera donde
podían guardar las cosas, los banquillos eran también de madera y se sentaban de dos en dos.
Tenían que estar muy callados y atentos a la explicación del profesor, porque si no te portabas bien, Don
Santiago tenía una regla larga y no dudaba en usarla, también dice que a los que no se sabían la lección
le ponían unas orejas de burro y los mandaban ponerse de pie con los brazos abiertos sujetando en cada
mano un libro que pesaba mucho durante unos diez minutos más o menos.
Mi abuela no daba las mismas asignaturas de mi abuelo, a ellas las enseñaban a leer, escribir y hacer
labores de costura, pero también tenía que portarse muy bien porque los castigos eran los mismos para
todos.
Recuerdan que sus profesores aún en la época que les tocó vivir, no eran de los peores, tal vez porque era
un pueblo pequeño y allí se conocían todos, aún así tenían mucho respeto al profesor y su palabra era
ley, tanto dentro como fuera de clase, porque si los padres se enteraban de que el profesor les había
castigado, regañado o incluso golpeado, en casa también eran duros con ellos.