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No basta el puro consenso, sino hay una reflexión profunda con preocupación de cambio y transformación
               más allá de la escuela.

               Las teorías críticas reflexionan sobre la sociedad y las personas para ofrecer explicaciones “acerca de cómo
               actúan las restricciones y la deformación para inhibir la libertad”. No obstante, la existencia de teorías
               críticas no basta, ellas deben ser confirmadas por las personas y los grupos. Es decir, según la autora no
               basta  que  “estemos  convencidos  de  que  esto  es  verdad,  sino  que  también  sí  esto  es  verdad  para
               nosotros”. Esta última confirmación sólo es posible a través de procesos de autorreflexión y el saber así
               generado es lo que se denomina la intuición auténtica.  De este modo, el saber generado por el interés
               crítico se preocupa de la “potenciación o capacitación de las personas y grupos para tomar las riendas de
               sus propias vidas en forma autónoma y responsable”.

               En el conocimiento informado por el interés crítico establece una relación horizontal y recíproca entre
               teoría y práctica, lo cual coincide con el interés práctico. Sin embargo, mientras en la racionalidad práctica
               la interacción entre teoría y práctica se mantiene en tensión, indeterminada, problemática y hasta cierto
               punto abierta (la noción de “Bien” es subjetiva), en la racionalidad crítica esta interacción es “dialéctica”.
               Es decir, se resuelve o se debe superar la tensión entre los opuestos o polos (tesis y antítesis) en una
               nueva síntesis que las incluye o engloba. Así, la “praxis” en la racionalidad crítica podría ser equivalente
               (pero no coincidente) en cuanto al rol que desempeña en el acto de conocer, al de la deliberación o juicio
               práctico en la racionalidad práctica. Los elementos constitutivos de la “praxis” son la acción y la reflexión,
               en una relación tal en que cada una construye a la otra. Grundy citando a P. Freire lo aclara señalando:
               “el acto de conocer supone un movimiento dialéctico que va de la acción a la reflexión y de la reflexión
               sobre la acción a una nueva acción”.
               La proyección de la racionalidad crítica en el campo de la educación y del currículo, dado que entiende el
               mundo  como  una  realidad  centralmente  construida  y  que  por  tanto  es  compleja,  heterogénea  y
               contradictoria,  conceptualiza  a  la  educación  como  un  fenómeno  social  que  debería  contribuir  a  la
               transformación cultural y social y no a la acción meramente reproductiva.

               El currículum es concebido desde esta racionalidad, básicamente como una construcción social, que se
               genera  en  la  interacción  “dialéctica”  entre  los  actores  educativos  a  través  de  la  praxis.  Es  decir,
               constituye una construcción reflexiva que es asunto de los actores educativos, en pos de encontrar nuevos
               significados a partir del análisis de los datos de la situación concreta, real y particular en que se encuentran
               interactuando.

               La racionalidad crítica proyectada al currículum mantiene varios puntos de contacto con la racionalidad
               práctica. En ambas el currículum se entiende como construcción social, centrada en la interacción de los
               actores educativos y en ambas se trata de construcción de significados desde la realidad contextual. En
               cierto  sentido,  puede  estimarse al  crítico  como  un desarrollo  o evolución  del  práctico. Pero  esto  no
               significa que éste sea un desarrollo natural o necesario del paradigma práctico”. Agrega que para ello se
               requeriría que un currículum construido a partir de la racionalidad práctica asumiera la necesidad de una
               transformación de la conciencia de los actores; una transformación no sólo de la forma de percibir el
               mundo, sino que de percibirlo y, en conjunto con él también, de actuar en el mundo.



               FUENTES DE CONSULTA:

                   -   GRUNDY, S. (1987). Producto o praxis del currículum. Madrid, Ediciones Morata, S.L., pág. 19 – 26
                   -   PASCUAL,  E.  (1998).  Racionalidades  en  la  producción  curricular  y  el  proyecto  curricular.
                      Pensamiento Educativo. Vol. 23 (diciembre 1998), pp. 13 - 72










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