Page 21 - Lo Inevitable del Amor
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Yo nací en un coche, camino del hospital. Es una cosa que mi madre no previó
con sus supuestos poderes, aunque ella dice que sí, que era eso precisamente lo
que había presentido. Todo es así de relativo. Fue el destino o una simple
casualidad que yo naciera en aquel coche, pero ese hecho nos cambió la vida a
las dos. Probablemente si mi madre hubiera prestado más atención a los dolores
que sintió en el vientre desde la noche anterior y no hubiera esperado hasta el
último momento, yo habría nacido en un hospital como todo el mundo y no en el
asiento trasero de un Dodge.
Mi madre fue una madre soltera, cosa que a principios de los setenta no
resultaba sencillo y menos en una familia madrileña de clase alta. Era huérfana
de madre desde muy niña y vivía con mi abuelo y la segunda mujer de éste en
la avenida del Generalísimo —lo que ahora es el Paseo de la Castellana—, al
lado del Bernabéu, en un piso enorme con varios salones, habitaciones inmensas
y hasta una zona para el servicio, que lo componían dos muchachas de un pueblo
de Valladolid que además eran hermanas. Mi abuelo se acostaba con las dos. Por
separado, naturalmente. Ninguna sabía que su hermana tenía un lío con el señor
hasta que una se lo confesó a la otra y se descubrió el pastel. Las dos hermanas
dejaron de trabajar en la casa y mi abuelo tardó algunos meses en ser perdonado
por su mujer, que a partir de entonces eligió ella personalmente al servicio.
Mi abuelo, Braulio se llamaba, había hecho dinero después de la guerra
fabricando telas que primero vendió por su cuenta y después acabó sirviendo a
casi todos los comercios de Madrid y otras provincias de Castilla. Un negocio
próspero que permitió que Ernesta estudiara y se convirtiera en una señorita con
todos los requisitos para casarse bien con algún chico del barrio de Salamanca.
Eso era lo que estaba dispuesto para ella hasta que un día se cruzó en su camino
un artista extranjero con el pelo largo que estaba de paso y con el que vivió una
historia de pasión que duró apenas un mes. Se escapó con él a Sevilla sin decir
nada a mi abuelo y cuando volvió ya estaba embarazada de mí. Nunca he sabido
mucho de mi padre biológico, ni siquiera sé si está vivo o muerto. Tampoco de
aquel mes en el que mi madre perdió la cabeza y se marchó con él a una
buhardilla al lado de la Giralda en la que yo fui concebida. El artista se marchó y
ella regresó a su casa de la avenida del Generalísimo con el corazón partido.
Mi madre nunca me habló mucho de aquella historia, de la que no tuve