Page 23 - Lo Inevitable del Amor
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pero  tampoco  presté  mucho  interés  a  lo  que  hablaban.  Feos  los  dos  hasta  el
      extremo,  él  era  una  especie  de  vaquero  gordo  con  su  sombrero,  sus  botas
      camperas de punta, su camisa a cuadros y su corbatita de cowboy, de esas finitas
      tan horrorosas. Ella era rubia, casi albina, igualmente gorda y con ese aspecto tan
      reconocible  que  tienen  las  mujeres  que  se  lavan  el  pelo  mucho  menos  de  lo
      aconsejable. Parecía increíble que aquella pareja tuviera algo que ver con Gene
      y  Patty,  así  que  para  cerciorarme  se  lo  pregunté  en  más  de  una  ocasión  al
      funcionario  de  la  embajada,  que  me  aseguró  que  sí,  que  aquel  cowboy  era
      hermano de Patty.
        Antes de regresar a Nueva York con los dos ataúdes, la pareja me indicó que
      los abogados de Gene se pondrían en contacto conmigo para resolver cualquier
      cuestión sobre la obra. En todo caso, por si no lo hacían, me dejó una tarjeta de
      un  bufete  de  Manhattan  con  un  nombre  muy  largo:  Skadden,  Arps,  Slate,
      Meagher & Flom.
        Me la guardé y también todos los objetos personales de Gene y Patty que la
      policía recogió el día del accidente. Se los quité al cowboy y a su mujer sin que se
      enteraran justo antes de que embarcaran rumbo a Nueva York. Lo hice porque
      quería conservar algo de ellos y no una simple tarjeta de un bufete de abogados.
      Las  cosas  de  Gene  y  Patty  estaban  en  un  sobre  que  le  habían  entregado  al
      hermano de Patty en el juzgado. El sobre iba dentro de una de las maletas que el
      cowboy  y  su  mujer  llevaban  como  equipaje  de  mano,  que  yo  me  quedé
      cuidando  mientras  ellos  se  pedían  un  café  y  un  cruasán  en  la  cafetería  del
      aeropuerto. Fue muy fácil sacarlo de la maleta y meterlo en mi bolso.
      En las últimas semanas todo ha ido muy mal. Desde la muerte de los americanos
      no  he  parado  de  recibir  malas  noticias.  Eugenio  me  cuenta  que  el  estudio  de
      Valencia no funciona, no salen obras nuevas y las que tenemos están a punto de
      acabar. Todo está muy parado y los números no salen. Hace unos días fuimos
      Óscar y yo para reunirnos allí con Eugenio. Antes, cuando estábamos los tres
      juntos, me ponía más nerviosa, pero con el tiempo se me fue pasando y ya soy
      capaz de olvidarme de que el director financiero de Puente y su arquitecto más
      importante son mi marido y mi amante. Bueno, ya no, porque lo de Eugenio se
      ha acabado.
        Óscar supo desde el principio que yo había tenido una relación con Eugenio,
      que era mi amigo mucho antes de que él apareciera en mi vida. Por supuesto, no
      sabe que Eugenio ha seguido siendo mi amante durante buena parte de nuestro
      matrimonio.
        Nos  reunimos  fuera  del  estudio  para  que  la  gente  que  trabaja  allí  no
      especulara.  Fuimos  a  comer  un  arroz  a  uno  de  los  restaurantes  que  hay  en  la
      playa  de  la  Malvarrosa.  Amenazaba  lluvia,  así  que  no  pudimos  comer  en  la
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