Page 27 - Lo Inevitable del Amor
P. 27
Hace algún tiempo que me ronda por la cabeza una fantasía sexual bastante
novedosa para mí. Siempre me han gustado los hombres de mi edad, aunque,
como suele ser normal, cuando era adolescente o muy jovencita me gustaban
algo más mayores. Con mi marido mantengo una actividad sexual, creo por lo
que cuentan, bastante superior a la media de parejas que ya llevan varios años
juntos. Aunque hay alguna racha en la que tenemos menos encuentros, en
general él y yo nos gustamos y eso se nota. No renuncio a otras relaciones, pero
no suelo encontrar mejor sexo que el que tengo con Óscar. Tampoco es eso lo
que busco, simplemente necesito otra piel, otra boca, otra forma de amar, incluso
descubrir la torpeza al tocarme de quien no me conoce, de quien no sabe lo que
me gusta.
Después de estar con Óscar, tardé mucho en tener orgasmos con otros
hombres, salvo con Eugenio. Él también me conoce, aunque como con Óscar no
he llegado a entregarme con nadie. Nunca pensé que yo era una persona tan
sexual hasta que él me lo descubrió, y eso que ya no era una jovencita cuando le
conocí.
No sé si será porque los cuarenta ya están ahí y tengo alguna especie de crisis
de esas que suelen tener los hombres que en la madurez se enamoran de alguien
veinte años más joven, se separan de su mujer y se compran una moto. Yo no
me voy a comprar una moto, ni me voy a separar, ni me he enamorado, pero
desde hace unas semanas, y a pesar de todo lo que ha pasado, no se me quita de
la cabeza alguien más joven que yo, bastante más.
Hace un mes apareció por el estudio un futbolista acompañado de su padre y
de su hermano. El chico se llama Jonathan y tiene veinticinco años. Yo de fútbol
no tengo ni idea, no conozco a los futbolistas y nunca había visto entero un partido
hasta la final del Mundial que ganó España. Bueno, en realidad ese tampoco lo vi
entero, pero la segunda parte y la prórroga sí, hasta que marcó Iniesta y
conseguimos eso que a todo el mundo le hizo tan feliz: ganar un mundial de
fútbol. Estábamos en casa mi madre, Juanjo, con el que acababa de empezar a
salir —fue ese mismo día cuando nos lo presentó aprovechando que íbamos a ver
el partido—, Óscar, las niñas y yo. Cuando Iniesta metió el gol, todos saltamos
enloquecidos. Óscar se abrazó a mi madre, las niñas se revolcaron por el sofá y
hasta Juanjo me besó como si nos conociéramos de toda la vida. Un gol consigue