Page 28 - Lo Inevitable del Amor
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lograr algunas escenas extrañísimas. La prueba de mi escaso interés por este
deporte es que yo no conocía a Iniesta. Nadie me creyó mientras brindábamos
con champán por la victoria, pero yo lo juro por mis hijas. Me sonaba algo el
nombre y su cara, pero cómo sería mi ignorancia que yo pensaba que ese chico
jugaba en el Real Madrid.
Conozco a los futbolistas que salen en las revistas y a tres más a los que les
hemos construido su casa en Puente, y ahora a Jonathan, el último fichaje de un
equipo madrileño recién ascendido a primera división, al parecer un buen
delantero, según me he informado.
Jonathan es, por definirlo de una manera simple, un hortera. No parece un
caso excepcional entre los futbolistas, a juzgar por lo que veo en la tele y en las
revistas y a los que conozco como clientes, que parecen cortados todos por el
mismo patrón. La mayoría con sus pendientes de brillantes, esos extrañísimos
cortes de pelo, en los peores casos acompañados de mechas, algunos con sus
cejas depiladas, sus tatuajes con letras árabes y chinas… Pues todo eso y más
lleva puesto en su cuerpo Jonathan, incluidos los tatuajes con letras árabes y
chinas, siendo él natural de un pueblo de Granada.
Jonathan, su padre y su hermano pidieron cita en el estudio para encargar un
proyecto para construir un chalet en una lujosa urbanización de las afueras de
Madrid. Yo, por supuesto, no sabía quién era, aunque, al contrario que en el caso
de Iniesta, mi ignorancia en esta ocasión no era tan grave, ya que en el estudio no
lo sabía casi nadie. Para conocer a Jonathan tienes que ser un entendido en fútbol
y en Puente sólo sabían de él un delineante y un arquitecto, muy aficionados los
dos.
Al futbolista, a su padre y a su hermano les recibió una de las comerciales.
Atienden la primera visita de los que pueden ser futuros clientes, aunque el de
Jonathan, recién llegado a Madrid, no iba a ser el caso. Según me contó Mapi,
que así se llama la comercial, en cuanto le habló de los precios de las parcelas en
la urbanización madrileña por la que venían preguntando —ni siquiera les llegó a
informar de lo que podría costar la construcción de la casa— los tres se echaron
a reír pensando que aquello era una broma que les estaba gastando la pobre de
Mapi. Al descubrir que aquellas cifras eran reales, Jonathan, su padre y su
hermano se despidieron amablemente.
—¡Ya puedes meter muchos goles para que te fiche el Madrid! —le dijo el
padre a Jonathan—. ¡Porque si no, vas a vivir tú aquí por los cojones! Y perdone
usted, señorita, la expresión —concluyó.
Yo, naturalmente, no había tenido noticia de aquella reunión, una más de las
que se mantienen con posibles clientes que en muchos casos no llegan a serlo.
Esa mañana llegué al estudio después de una reunión bastante pesada con un
concejal de urbanismo del ayuntamiento de un pueblo de la sierra. Iba en el
coche, pensando en la reunión, o no sé en qué iría pensando, y no vi justo delante