Page 33 - Lo Inevitable del Amor
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Mi vida tiene cierta coherencia estética. Tiene que ver con mi profesión y con mi
manera de ser, que cuadran perfectamente. Mis aficiones son las normales en
una mujer como yo. Me entretienen las buenas novelas sin ser una lectora
empedernida, voy al gimnasio y salgo a correr un par de veces a la semana para
mantenerme, la música me gusta bastante y escucho casi de todo, pop y rock
principalmente. No puedo con el rap, ni con el reggaeton. Puede gustarme desde
cualquier grupo de moda español hasta clásicos como los Beatles o grupos más
actuales como The Killers, Coldplay… Más o menos como a todo el mundo.
Me gusta el arte. Y, además, de arte sé bastante, aunque nunca se llega a
saber lo suficiente. También me interesa la moda, estoy al corriente de las
tendencias y compro mucha más ropa de la que necesito. Visto siempre
adecuada para cada ocasión, pero nunca falta un punto de atrevimiento en mi
estilo. También soy coherente con los hombres que me gustan. Todos han de
tener clase, buena conversación y, claro, deben ser preferiblemente guapos. En
definitiva, mis gustos son bastante previsibles. Lo han sido desde que era pequeña.
Y ahora, a punto de cumplir los cuarenta, toda esa coherencia estética se ha
evaporado de pronto y ando revuelta mirando las fotos de un chico veinteañero
medio desnudo con un pendiente de brillantes en cada oreja y mechas rubias en
el pelo.
Cuando Jonathan quiso ligar conmigo por teléfono la primera vez no me
ofendí porque yo no me ofendo por esas cosas y porque su descaro me provocó,
sinceramente, un poco de vergüenza ajena. Fui educada con él y le invité a que
desistiera. Yo no soy una mujer de esas que se liga en una discoteca gracias a su
deportivo rojo y a ser futbolista. Por no darle muchas explicaciones que pudieran
dolerle se lo resumí con un simple « no eres mi tipo» .
—¡Bueno, ya veremos! —contestó con un acento granadino muy cerrado.
—¡Nene, no hay nada que ver! —le dije muy segura.
Me llamó más veces, claro. Su táctica de conquista no era muy convencional,
desde luego. Fue directamente al grano de una manera muy novedosa para mí,
más acostumbrada a que los hombres me seduzcan a través de una conversación
más elevada intelectualmente. Me hizo gracia y por eso, aunque le decía que
dejara de insistir, fui siendo cada vez menos contundente en mi negativa.
Reconozco que esas barbaridades que me soltaba por el móvil me estaban