Page 37 - Lo Inevitable del Amor
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brillante color cerezo con cristales traslúcidos en tono amarillo y las paredes con
      gotelé color crema clarito. Los cuadros son también un espanto. Además, hay
      poca actividad. Sólo he visto a la secretaria que me ha abierto la puerta y me ha
      traído a esta sala.
        —¿María  Puente?  ¡Encantada!  —me  saluda  efusiva  desde  la  puerta  una
      mujer muy guapa mientras me levanto para saludarla—. ¡Soy Rocío Hurtado!
      ¿Qué tal el viaje?
        —Bien, bien. Con el Ave, ya se sabe, una maravilla.
        —Lástima esta lluvia.
        —Sí, la verdad, es un incordio.
        —Lo que pasa es que viene muy bien para el campo, dicen.
        —Sí, eso dicen.
        —Y para las alergias.
        —También.
        —¿Ha tenido problemas con la huelga de taxis para llegar hasta aquí?
        —He venido en metro.
        —Ah, pues muy bien. El metro a veces es lo más rápido.
        —Sí, mucho.
        —¿Te importa que nos tuteemos?
        —No, yo lo prefiero.
        Este tipo de presentaciones previas a las reuniones parecen siempre absurdas,
      pero  son  imprescindibles.  Es  una  especie  de  pacto  en  el  que  se  asume  que
      durante un par de minutos se dicen tonterías para relajarse. No soporto a la gente
      que alarga este momento insustancial más de lo debido, pero Rocío Hurtado no es
      de esas personas, afortunadamente.
        —María —me dice—, tengo noticias muy importantes para ti.
        Rocío  es  una  mujer  muy  guapa,  tanto  que  hasta  debe  esforzarse  para
      disimularlo y no parecer una modelo. Morena, de pelo casi negro, ojos grandes y
      claros y una boca preciosa. Además, tiene un lunar en la mejilla que termina de
      adornar su cara. De esos lunares perfectos que dan personalidad. Es alta y con
      buen cuerpo. Estilo tiene, se le nota en su manera de moverse.
        Pasará por poco de los treinta años, que son muchos menos de los que me
      imaginaba  que  tenía  cuando  hablamos  por  teléfono.  Debe  de  ser  una  de  estas
      niñas brillantes en la carrera que no ha tardado mucho en abrirse camino en su
      profesión. Tiene pinta de ser brillante y, así, a simple vista, diría que, a pesar de
      ser ella morena y más guapa que yo, tenemos cierto parecido. Además, da la
      casualidad de que las dos vamos vestidas de forma similar: vaqueros, una blusa
      negra y un zapato de medio tacón, también negro.
        —Puente está a punto de ir a la quiebra —continúa Rocío.
        —¿Cómo dices?
        —Lo que has oído. El estudio tiene una deuda bancaria que hay que pagar de
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