Page 36 - Lo Inevitable del Amor
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que tengo con Rocío Hurtado.
No me gusta el metro y no lo cojo salvo que sea completamente necesario.
No me gusta porque me atracaron cuando era una adolescente y creo que aún no
he superado el miedo que pasé aquel día. Iba con una amiga al cine y, haciendo
un trasbordo por un pasillo muy largo de no recuerdo qué estación, al doblar una
esquina dos chicos nos pararon y nos enseñaron una navaja. Pasaba mucha
gente, pero creo que nadie se dio cuenta y, si alguien lo hizo, supongo que prefirió
no meterse en líos.
Los atracadores lo hicieron bien. Nos pegaron a la pared y se colocaron muy
cerca de nosotras, de espaldas a la gente que pasaba ajena a todo. Los nervios
hicieron que me paralizara completamente. Fue mi amiga la que después de dar
todo lo que ella llevaba tuvo que coger mi bolso y sacar el monedero para
satisfacer a los atracadores. Yo no sé siquiera si fui capaz de pestañear.
—Qué buena está la calladita, ¿no? —dijo uno de ellos refiriéndose a mí
mientras me retiraba el pelo de la cara. Recuerdo su mano muy áspera, casi
cortante.
—¡Déjala, tío! —le advirtió el otro atracador—. Ya tenemos lo que
queremos.
—¿Qué pasa? ¿Que eres maricón? —le contestó mientras comenzaba a
tocarme las tetas—. ¿No ves el polvazo que tiene esta zorrita?
—¡Déjala, por favor! —suplicó mi amiga.
No podía moverme ni gritar. Estaba completamente paralizada por el miedo.
El atracador metió su mano entre mis piernas y apretó fuerte hacia arriba.
—¡Tronco, te estás pasando! —le volvió a advertir el amigo separándole de
mí de un empujón.
Al final, los dos se marcharon discutiendo y nos dejaron en paz. Tardé en
darme cuenta de que mi pantalón vaquero estaba completamente empapado del
pis que me había hecho encima.
Aquel suceso, pensándolo años más tarde, creo que supuso para mí un poco la
pérdida de la inocencia. Hasta ese momento a mí nunca me había pasado nada
malo. Nadie me había hecho daño, ni siquiera lo había intentado. Ese día en el
metro descubrí que existía otro mundo en el que me podían hacer daño. Me entró
miedo por lo que me pasó, pero creo que, pensándolo después pasados los años,
lo que realmente me da miedo ahora fue lo quieta que me quedé.
La secretaria de Rocío Hurtado me hace esperar en una sala de juntas. Es un
bufete pequeño, lo cierto es que yo esperaba otra cosa. Se trata de un piso más
bien antiguo, con el suelo de parquet típico de los años setenta, ese de las tablitas
pequeñas colocadas en vertical y horizontal que forman cuadrados de diez por
diez. Los muebles son antiguos, pero sin ninguna solera, las puertas de madera