Page 34 - Lo Inevitable del Amor
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empezando a gustar, a pesar de que me ruborizaba bastante que eso me estuviera
      pasando.
        De  las  palabras  pasó  a  las  fotos.  Las  primeras  me  despertaron  curiosidad,
      pero cuando fueron llegando las siguientes ya me provocaban otras sensaciones
      más  incontrolables.  Empecé  a  pensar  en  él  a  solas  y  mirando  sus  fotos  le  he
      imaginado ya muchas noches. A veces, tengo que parar de dibujar e ir a calmar
      mi  ansiedad.  Me  parece  increíble  que  haya  llegado  a  esto,  me  da  vergüenza
      verme  así  en  el  baño  de  la  empresa  que  dirijo,  pero  no  me  puedo  controlar.
      Jonathan tiene un cuerpo perfecto de deportista. Es muy joven. Y muy guarro.
      Podría rebajar el calificativo a primitivo, que lo es, y a básico, que también, pero
      el que más se ajusta para definir sus propuestas sexuales es el de guarro. Y qué le
      voy a hacer si de repente me encanta.
        La última foto suya que tengo en el móvil me ha provocado una revolución
      debajo del ombligo. Una especie de corriente eléctrica que se distribuye por toda
      mi  anatomía  de  manera  desordenada.  Jonathan  aparece  completamente
      desnudo, con una mano apoyada en la cintura y la otra tapando parte de su pene.
      Y no sé cuánta parte, pero sólo con la parte que se ve ya me parece más que
      suficiente. Definitivamente  he  perdido  esta batalla,  me  ha  ganado  este hortera
      granadino y lo asumo. Tengo que verle, quedar con él y rendirme.
        Ahora  me  está  esperando  en  una  habitación  del  hotel  Eurobuilding.  Me  he
      tomado un gin-tonic antes de subir a la habitación para relajarme y creo que ha
      sido peor porque la ginebra me ha excitado aún más.
        Jonathan me abre la puerta cubierto sólo con una toalla no demasiado grande.
        —¡Hola, señora arquitecta!
        Sin cerrar la puerta del todo me coge por la cintura, junta mi cuerpo con el
      suyo  y  me  besa  antes  de  que  yo  pueda  ni  tan  siquiera  devolverle  el  saludo.
      Mientras me besa se me van de súbito todos los nervios que tenía antes de llamar
      a la puerta. No separa sus labios de los míos y yo no puedo contener una especie
      de jadeo cuando noto de repente a la altura de mi vientre cómo ha crecido bajo
      la toalla la excitación del futbolista granadino. Yo, tan culta, tan sofisticada a ratos
      y tan sutil a veces, al sentir su dureza contra mi cuerpo sólo acierto a decir un
      simple « ¡jooooderrrr!» .
        Suspiro fuerte intentando que la excitación no me haga perder los papeles tan
      pronto y así mantener un poco la compostura. Para de besarme sin yo querer y
      de la mano me lleva hacia dentro. Me coloca enfrente de la cama y él se sitúa
      detrás de mí. Desde mi espalda me desabrocha la blusa, después la falda, que
      resbala  por  mis  piernas  hasta  el  suelo.  Después  las  medias  y  el  sujetador.
      Después me deja completamente desnuda.
        Estoy temblando de excitación y quiero echarme en la cama, pero Jonathan
      me lo impide. Sigue detrás de mí. Me toca todo el cuerpo con cierta violencia y
      sin mucho orden. No es especialmente hábil, pero no me importa. Incluso me
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