Page 31 - Lo Inevitable del Amor
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hermanos, pero en realidad se quedó solo cuando todavía no había cumplido los
quince años. Aquel chaval es hoy mi marido. Sus padres murieron poco antes de
conocerle yo. Primero ella de un cáncer y luego él, según Óscar, de pena.
Posiblemente lleve razón en que ése fuera el motivo, aunque no sea muy
científico. No conozco a nadie como Óscar, ni siquiera en las novelas suele haber
personajes como él. Su historia de superación para salir de aquel pozo, la manera
de perder la rabia y aprender a volver a sonreír como el que vuelve a aprender a
andar y convertirse en la persona que es hoy hace que su biografía parezca
salida de la mente de un escritor o de un cineasta. Yo le quiero mucho, claro,
pero le admiro por encima de todas las cosas.
—Oye, Óscar, ¿tú has tocado los móviles de los americanos?
—No. ¿Qué móviles?
—Los de Gene y Patty.
—Yo no los he tocado. ¿Y tú?
—Yo sí.
—¡Ya te vale! Eso no se hace.
—Llevas razón, pero tenía curiosidad.
—¿Y qué querías saber?
—Nada en especial.
—¿Y has descubierto algo?
—No. Tenían todos los datos borrados.
—¡Qué raro!
—Eso me parece a mí. Alguien se ha molestado en borrar las llamadas, los
contactos, los emails. Todo.
—En fin, una pena. A mí ella me caía muy bien.
—A mí me fascinaba él.
—Ya lo sé, pero a mí ella me caía mejor.
—Por cierto, me han llamado sus abogados.
—¿Los de Nueva York?
—Sí, pero tienen una delegación en Barcelona. Quieren verme.
—¿Y por qué no me lo habías dicho?
—Te lo estoy diciendo ahora.
—¿Para qué quieren verte?
—No tengo ni idea.
—Si es para cerrar las cuentas de la casa, debería ir yo.
—Eso le dije a la abogada que llamó, pero no sé por qué tienen que verme a
mí.
—¿Cómo se llamaba?
—¿Quién?