Page 30 - Lo Inevitable del Amor
P. 30

Óscar se crio en un barrio de las afueras de Madrid. Era de las afueras entonces,
      hace casi cuarenta años; ahora podría considerarse casi el centro. Pegado a la M-
      30,  allí  vivían  gentes  humildes,  trabajadores  de  clase  media  con  los  recursos
      justos y sin más expectativas que la de dar estudios a sus hijos, tener una tele, un
      coche pequeño y veranear en el pueblo un mes al año. Así eran todas las familias
      de ese barrio madrileño, como las de tantos otros. Y así era también la de Óscar,
      el menor de tres hermanos, en los primeros años de su infancia. Recuerda a su
      madre  guapa,  rubia  y  con  los  labios  rojos.  Una  mujer  a  la  que  le  gustaba
      arreglarse y que siempre sonreía. Su padre era un hombre guapo también. Por
      las  fotos  que  he  visto  de  mi  suegro  cuando  era  joven,  Óscar  se  parece  a  él.
      Trabajaba  como  mecánico  en  un  taller  de  coches,  con  la  esperanza  de
      comprarlo junto a su compañero cuando su jefe, el dueño, decidiera jubilarse. A
      su padre le recuerda regresando a casa después de trabajar y revolcándose con
      él en la alfombra del cuarto de estar jugando a caballito.
        Sus hermanos Chema, el mayor, y Miguel, el mediano, se llevaban sólo un
      año entre ellos y Óscar, que debió de ser un descuido, era cinco años menor que
      Miguel.  Él  los  admiraba  e  imitaba,  como  todos  los  pequeños  hacen  con  sus
      hermanos mayores.
        No  pasaba  nada  en  aquella  familia  normal  de  gente  normal  en  un  barrio
      normal hasta que Chema empezó a coquetear con las drogas. Después de eso,
      Óscar  vio  cómo  todo  se  desmoronaba  demasiado  deprisa,  sin  tiempo  para
      acostumbrarse al dolor. Chema, primero, y Miguel casi a la vez se convirtieron
      en  heroinómanos.  Fueron  dos  más  de  los  muchos  jóvenes  a  los  que  la  droga
      destrozó en esa época. Una especie de epidemia de la que ya casi nadie habla,
      pero  que  existió  con  una  crudeza  insoportable.  La  madre  de  Óscar  dejó  de
      pintarse los labios, su padre de jugar con él en el cuarto de estar y los hermanos a
      los  que  admiraba  se  convirtieron  en  dos  seres  extraños  sin  que  Óscar
      comprendiera por qué. La casa fue quedándose sin muebles, sus hermanos sin
      kilos y sus padres sin esperanza.
        Un día —el día que todo acabó—, Chema y Miguel entraron en una farmacia
      para robar la caja. Cada uno iba armado con un palo de escoba partido por la
      mitad. De un mismo palo sacaron dos armas aquellos muchachos para costearse
      una dosis de heroína. En la farmacia estaba comprando un policía de paisano. Al
      parecer,  un  imbécil  con  pistola  recién  ingresado  en  el  cuerpo  y  con  mucha
      afición a las películas de acción. Todo sucedió muy deprisa. El policía sacó su
      pistola y pegó un tiro a cada uno. Murieron en el acto. Creo que el policía estuvo
      un año en la cárcel por haber hecho aquello.
        Los padres de Óscar siguieron viviendo algunos años más, con esa mirada
      ausente de las personas que viven por inercia, sin querer vivir. Óscar perdió a sus
   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34   35