Page 252 - Lascivia Noviembre 2017
P. 252

a su dueña que además los cumplía de una forma exacta en cada caso.

                  Habían crecido espectacularmente gracias a la alimentación que se les pro-

                  porcionaba y a la sanidad que tenían adquirida por los hábitos enseñados

                  a Susana.




                    Un día, aproximadamente a las 13.30 horas recibí una llamada de ella. No

                  es la primera vez que hablaba con ella por teléfono, pues muy a menudo

                  me consultaba muchas cosas que en realidad podrían parecer insignifican-

                  tes pero que para ella tenían mucha importancia y así las consideraba yo.

                  En esta ocasión el tono de su conversación fue distinto, no existía en su

                  voz la alegría que otras veces, notaba en realidad una cierta preocupación

                  en sus palabras.




                    Q uería contarle algunas cosas - comentaba Susana al teléfono conmigo –

                  porque han ocurrido unas cosas que necesito aclararlas con usted - seguía

                  diciendo al teléfono –




                    ¿Q uiere usted que le de una cita yo mismo? - le contesté viendo que su

                  tono de preocupación aumentaba a medida que charlaba conmigo - No, no

                  se preocupe, yo llamo después para que la recepcionista me de la cita, ¿solo

                  quiero saber si puedo contar con su discreción y con el aval de su secreto

                  profesional? - continuó diciendo al teléfono - Por supuesto Susana, cuenta

                  usted con todo mis respetos y además con todo el aval de mi secreto profe-

                  sional – le contesté en tono firme para que le quedara muy claro y se tran-

                  quilizara - .




                    Aquella conversación me produjo malestar, me dijo que había roto con

                  su pareja y que vivía sola y que sus perros estaban con ella. No alcanzaba

                  a comprender cual era el problema que yo podía solucionar a una mujer

                  como ella, alguien que con respecto a los hombres puede tener al que quie-

                  ra sin vacilar y alguien que solo por su propia personalidad podría atraerlos

                  fácilmente hacia ella. Yo por mi parte, me considero un hombre muy nor-

                  mal, nada llamativo para nadie y por tanto, ello me hacía pensar que quizás

                  no era yo la persona a la que quería seducir en este caso, sino que su inte-

                  rés hacia mi debería ser por los animales, por que en ningún momento de
   247   248   249   250   251   252   253   254   255   256   257