Page 253 - Lascivia Noviembre 2017
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la relación profesional que había tenido con ella me había extralimitado en

                  mi conversación ni hecho ningún tipo de gesticulación que pudiera hacer

                  creer a ella una insinuación por mi parte.




                    Cuando llegó el día de la cita, no apareció, pasaron varios días y volvió a

                  llamarme por teléfono y a tener conmigo mas o menos la misma conver-

                  sación que la primera vez. Volvió a pedir otra cita y tampoco acudió. Fue

                  la tercera vez que me llamó cuando, teniendo prácticamente la misma con-

                  versación de las dos anteriores, acudió sin cita a mi clínica veterinaria. La ví

                  tan preocupada que le dije que viniera sin cita y que la atendería enseguida.




                    Llegó y de la recepción me llamaron para decirme que estaba abajo y le

                  dije que la hiciera pasar a mi despacho.




                    Buenos días doctor - saludó con una sonrisa un poco fingida y casi tirando

                  de los dos perros para que entraran en mi despacho. - Los perros no quie-

                  ren pasar siquiera por la puerta de la clínica veterinaria, no les gusta, saben

                  que siempre que vienen se les hace algo y no lo olvidan, por eso ella casi

                  tenía que tirar de los perros para que entraran aunque tenía muy bien edu-

                  cados a sus animales.




                    Siéntese por favor – contesté yo - Ella tomó asiento y sus dos perros se

                  tumbaron en el suelo junto a ella. Vestía una camiseta de tirantes ceñida

                  que dejaba ver el contorno de su cuerpo perfectamente y unas minifaldas

                  vaqueras cortitas que dejaban al aire casi el 100% de sus piernas. Cuando

                  la ví llegar, me puse bastante nervioso, aunque creo que ella no me lo notó

                  porque quizás ella estaba mas nerviosa aun que yo. Es posible imaginar, la

                  mujer 10 en tu ideal de una mujer, alguien que como yo soy un salido desde

                  que nací y que viene con esa ropa a mi despacho solo acompañada por sus

                  dos perros. Para mi era algo extraordinario porque adoraba a esa mujer, la

                  tenia constantemente en mi mente, era la hembra perfecta que yo quisiera

                  estar montando muchas veces cada día de mi vida, alguien con una boca

                  capaz de hacer explotar las hormonas masculinas hasta cantidades superio-

                  res a las emisiones del Danubio en la antigüedad, alguien capaz de sensibi-

                  lizar la piel de tus manos de tal manera, que después de habérselas tocado,
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