Page 343 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
P. 343

Un  día, Enlil,  el  dios  de  la  atmósfera,  enterándose  de  los  pro­
    blemas  que  causaban, llevó  ampliamente  el  asunto  a  su  corazón,  y
    con  el  dios  Ea,  el  sublime,  el  sabio,  el  consejero  de  los  dioses,  tras
    intercambiar  consejo,  colocaron  a  Sin,  a  Shamash y  a  Ishtar — los
    tres, divinidades astrales—  para asegurar el orden en la bóveda celes­
    te. Y  Enlil  repartió  con Anu  la  soberanía  de  todo  el  cielo  a  ellos
    tres,  sus  hijos,  dándoles  la  misión  de  estar  allí  presentes,  noche  y
    día, sin  cesar.
       Entonces, los  dioses  malvados, al saberlo, se  desenfrenaron en  la
    bóveda  celeste. Atacando  a  Sin, llamado  también  Nannar, le  rodea­
    ron  malignamente  por  todas  partes  y  hacia  su  causa  atrajeron  al
    héroe  Shamash  y  al  valiente Adad.  Ishtar, con Anu, el  rey, habitaba
    una  morada pura y  meditaba  en  la  realeza  de  los  cielos.


       Sigue  una  laguna  de  ocho  líneas.

       El  dios  Sin,  que  ama  a  la  humanidad,  aportó  entonces  turba­
    ciones  al país. Eclipsada  está su  luz y pasa  a estar  silencioso  y  pos­
    trado.  Ellos  son  los  dioses  malignos, los  mensajeros  de  Anu,  ellos,
    los  agentes  del  mal, patalean  por  todas  partes  en  la  noche,  ellos,
    por todas partes y siempre, pretendían  el mal. Desde  el  seno  de los
    cielos, como  un viento, se  arrojaron  contra  el país.
       Entonces,  viendo  Enlil  en  el  cielo  el  eclipsamiento  de  Sin,  el
    héroe, no  dudó  en  llamar a  Nusku, su  mensajero.
       — Nusku, mensajero mío, lleva mis palabras al Apsu, morada ínti­
    ma  del dios Ea. Comunícale  allí a Ea la noticia  de  que mi  hijo  Sin
    ha  sido  dolorosamente  eclipsado  en  el  cíelo.
       Nusku, atendiendo  con  respeto  las palabras  de  su  señor, se  diri­
    gió  rápidamente  hacia  Ea,  que  habitaba  en  el Apsu.  Llegado  allí,
    Nusku  repitió  palabra  por palabra  lo  que  le  había  dicho  su  señor
    al príncipe, al consejero sublime, al señor Nudimmud, nombre dado
    a  Ea  en  cuanto  procreador  del  hombre.
       Cuando  Ea  oyó  esta  noticia  se  mordió  el labio  y llenó  su  boca
    de  lamentaciones.  Llamó  a  su  hijo  Marduk  y  le  dio  a  conocer  el
    asunto:
   338   339   340   341   342   343   344   345   346   347   348