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Si un niño azteca nacía en una fecha especial era candidato para ser sacrificado al dios Tlaloc, el dios
de la lluvia, pero el sacerdote pagaba una buena cantidad por los hijos que iban a ser sacrificados.
Los niños aztecas que iban a ser sacrificados esperaban en unas guarderías especiales durante
semanas, meses o incluso años antes del “gran día”. Los inocentes eran vestidos entonces con
túnicas suntuosas con las que desfilaban frente a las masas y después eran decapitados. Se suponía
que las lágrimas que el espectáculo despertaba en la multitud provocaban la lluvia.
Otra forma interesante de seleccionar los niños a sacrificar era encontrar a los niños que tuvieran la
misma altura que el maíz para promover su crecimiento. Así que cuando las plantas jóvenes no eran
más grandes que la palma de la mano, elegían a los bebés más tiernos. Después, cuando la altura
del maíz alcanzaba la rodilla, buscaban esclavos de 5 a 7 años (los aztecas solían ser de muy poca
estatura). Aunque parezca raro, los tiernos bebés que se escogían eran siempre de familias nobles.