Page 286 - El Señor de los Anillos
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Norte.
        » De que los Nueve estaban otra vez activos, no me cabía ninguna duda, aun
      no teniendo en cuenta las palabras de Saruman, que quizás eran mentiras. Mucho
      antes  de  entrar  en  Isengard  me  habían  llegado  noticias  en  el  camino  que  no
      podían inducir a error. El destino de mis amigos de la Comarca me preocupaba
      de  veras,  pero  todavía  abrigaba  alguna  esperanza.  Y  esperaba  que  Frodo  se
      hubiese puesto en seguida en camino, como le había recomendado en mi carta, y
      que hubiera llegado a Rivendel antes que comenzara la mortal persecución. Tanto
      mi temor como mi esperanza resultaron infundados. Pues la raíz de mi esperanza
      era un hombre gordo en Bree y la raíz de mi temor la astucia de Sauron. Pero los
      hombres gordos que venden cerveza tienen muchas llamadas que atender y el
      miedo le atribuye a Sauron un poder que todavía le falta. Pero en el círculo de
      Isengard, prisionero y solo, no era fácil pensar que los cazadores ante quienes
      todos habían huido, o caído, fracasarían en la lejana Comarca.
        —¡Yo te vi! —gritó Frodo—. Caminabas retrocediendo y avanzando. La luna
      te brillaba en los cabellos. Gandalf se detuvo asombrado y lo miró.
        —Fue  sólo  un  sueño  —dijo  Frodo—,  pero  lo  recordé  de  pronto.  Lo  había
      olvidado. Ocurrió hace algún tiempo; después de haber dejado la Comarca, me
      parece.
        —Entonces te llegó tarde —dijo Gandalf—, como verás. Yo me encontraba
      en un verdadero apuro. Y quienes me conocen convendrán en que me he visto
      pocas veces en una situación parecida y que no las soporto bien. ¡Gandalf el Gris
      cazado como una mosca en la tela traicionera de una araña! Sin embargo, aun
      las arañas más hábiles pueden dejar un hilo flojo.
        » Temí al principio, como Saruman sin duda se había propuesto, que Radagast
      hubiese sucumbido también. Sin embargo, yo no había llegado a distinguir nada
      malo  en  la  voz  o  los  ojos  de  Radagast,  el  día  de  nuestro  encuentro.  Si  así  no
      hubiese sido, yo no habría ido nunca a Isengard, o habría ido con más cuidado.
      Eso  mismo  pensó  Saruman  y  no  había  confesado  sus  propósitos  y  había
      engañado al mensajero. De cualquier modo hubiera sido inútil tratar de que el
      honesto  Radagast  apoyara  la  traición.  Me  buscó  de  buena  fe,  y  por  eso  me
      convenció.
        » Esto fue la ruina del plan de Saruman. Pues Radagast no tenía razones para
      no  hacer  lo  que  yo  le  había  pedido  y  cabalgó  hacia  el  Bosque  Negro  donde
      contaba  con  viejos  amigos.  Y  las  Águilas  de  las  Montañas  volaron  lejos  y
      alrededor y vieron muchas cosas: la concentración de lobos y el alistamiento de
      orcos; y los Nueve Jinetes que iban de acá para allá por las tierras; y oyeron
      rumores de la huida de Gollum. Y enviaron un mensajero para que me llevara
      esas noticias.
        » Así ocurrió que una noche de luna, ya terminando el verano, Gwaihir el
      Señor  de  los  Vientos,  la  más  rápida  de  las  Grandes  Águilas,  llegó  de  pronto  a
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