Page 349 - El Señor de los Anillos
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Mina del Enano. Y antiguamente no era oscura sino luminosa y espléndida, como
      lo recuerdan aún nuestras canciones. El enano se puso de pie en la oscuridad y
      empezó a cantar con una voz profunda, y los ecos se perdieron en la bóveda.
       El mundo era joven y las montañas verdes,
       y aún no se veían manchas en la luna
       y los ríos y piedras no tenían nombre,
       cuando Durin despertó y echó a caminar.
       Nombró las colinas y los valles sin nombre;
       bebió de fuentes ignoradas;
       se inclinó y se miró en el Lago Espejo
       y sobre la sombra de la cabeza de Durin
       apareció una corona de estrellas
       como joyas engarzadas en un hilo de plata.
       El mundo era hermoso en los días de Durin,
       en los Días Antiguos antes de la caída
       de reyes poderosos en Nargothrond y Gondolin
       que desaparecieron más allá de los mares.
       El mundo era hermoso y las montañas altas.
       Fue rey en un trono tallado
       y en salas de piedra de muchos pilares
       y runas poderosas en la puerta,
       de bóvedas de oro y de suelo de plata.
       La luz del sol, la luna y las estrellas
       en centelleantes lámparas de vidrio
       que las nubes y la noche jamás se oscurecían
       para siempre brillaban.
       Allí el martillo golpeaba el yunque,
       el cincel esculpía y el buril escribía,
       se forjaba la hoja de la espada,
       y se fijaban las empuñaduras;
       cavaba el cavador, el albañil edificaba.
       Allí se acumulaban el berilo, la perla
       y el pálido ópalo y el metal en escamas,
       y la espada y la lanza brillantes,
       el escudo, la malla y el hacha.
       Incansable era entonces la gente de Durin;
       bajo las montañas despertaba la música;
       los arpistas tocaban, cantaban los cantantes,
       y en la puerta las trompetas sonaban.
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