Page 346 - El Señor de los Anillos
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—¡Tranquilos!  ¡Tranquilos!  —exclamó  Gandalf  mientras  Merry  y  Pippin
      empujaban hacia adelante, contentos de haber encontrado un sitio donde podían
      descansar sintiéndose más amparados que en el corredor—. Tranquilos. Todavía
      no sabéis lo que hay dentro. Iré primero.
        Entró con cuidado y los otros lo siguieron en fila.
        —¡Mirad! —dijo apuntando al suelo con la vara.
        Todos miraron y vieron un agujero grande y redondo, como la boca de un
      pozo. Unas cadenas rotas y oxidadas colgaban de los bordes y bajaban al pozo
      negro. Cerca había unos trozos de piedra.
        —Uno  de  vosotros  pudo  haber  caído  aquí  y  todavía  estaría  preguntándose
      cuándo golpearía el fondo —le dijo Aragorn a Merry—. Deja que el guía vaya
      delante, mientras tienes uno.
        —Esto parece haber sido una sala de guardia, destinada a la vigilancia de los
      tres pasadizos —dijo Gimli—. El agujero es evidentemente un pozo para uso de
      los guardias y que se tapaba con una losa de piedra. Pero la losa está rota y hay
      que tener cuidado en la oscuridad.
        Pippin  se  sentía  curiosamente  atraído  por  el  pozo.  Mientras  los  otros
      desenrollaban  mantas  y  preparaban  camas  contra  las  paredes  del  recinto,  se
      arrastró hasta el borde y se asomó. Un aire helado pareció pegarle en la cara,
      como  subiendo  de  profundidades  invisibles.  Movido  por  un  súbito  impulso
      repentino, tanteó alrededor buscando una piedra suelta y la dejó caer. Sintió que
      el  corazón  le  latía  muchas  veces  antes  que  hubiera  algún  sonido.  Luego,  muy
      abajo,  como  si  la  piedra  hubiera  caído  en  las  aguas  profundas  de  algún  lugar
      cavernoso, se oyó un pluf, muy distante, pero amplificado y repetido en el hueco
      del pozo.
        —¿Qué es  eso?  —exclamó  Gandalf.  Se mostró  un  instante  aliviado cuando
      Pippin confesó lo que había hecho, pero en seguida montó en cólera y Pippin
      pudo ver que le relampagueaban los ojos—. ¡Tuk estúpido! —gruñó el mago—.
      Este es un viaje serio y no una excursión hobbit. Tírate tú mismo la próxima vez
      y no molestarás más. ¡Ahora quédate quieto!
        Nada  más  se  oyó  durante  algunos  minutos,  pero  luego  unos  débiles  golpes
      vinieron de las profundidades: tom-tap, tap-tom. Hubo un silencio y cuando los
      ecos se apagaron, los golpes se repitieron: tap-tom, tom-tap, tap-tap, tom. Sonaban
      de un modo inquietante, pues parecían señales de alguna especie, pero al cabo de
      un rato se apagaron y no se oyeron más.
        —Eso era el golpe de un martillo, o nunca he oído uno —dijo Gimli.
        —Sí —dijo Gandalf—, y no me gusta. Quizá no tenga ninguna relación con la
      estúpida  piedra  de  Peregrin,  pero  es  posible  que  algo  haya  sido  perturbado  y
      hubiese sido mejor dejarlo en paz. ¡Por favor, no vuelvas a hacer algo parecido!
      Espero que podamos descansar sin más dificultades. Tú, Pippin, harás la primera
      guardia, como recompensa —gruñó mientras se envolvía en una manta.
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