Page 163 - El Hobbit
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Una cálida bienvenida
E l día crecía más claro y caluroso a medida que avanzaban flotando. Luego de
un corto trecho, el río rodeaba a la izquierda un repecho de tierra escarpada. Al
pie de la pared rocosa que se alzaba como un risco en una llanura, la corriente
más profunda fluía lamiendo y borboteando. De repente el risco se estrechó. Las
orillas se hundieron. Los árboles desaparecieron. Bilbo miró.
Las tierras se abrían amplias alrededor, cubiertas por las aguas del río que se
perdía y se bifurcaba en un centenar de cursos zigzagueantes, o se estancaba en
remansos y pantanos con islotes a los lados; pero aun así, una fuerte corriente
seguía su curso regular.
¡Y allá, a lo lejos, mostrando la cima oscura entre retazos de nubes, allá
amenazadora, asomaba la Montaña! Los picos más próximos de la zona noroeste
y el hundido valle que los unía no alcanzaban a distinguirse. Sola y adusta, la
Montaña contemplaba el bosque por encima de los pantanos. ¡La Montaña
Solitaria! Bilbo había viajado mucho y había pasado muchas aventuras para
verla, y ahora no le gustaba nada.
Mientras escuchaba la conversación de los elfos en la almadía, e hilaba los
pedazos de información que dejaban caer, pronto comprendió que era muy
afortunado por haberla visto, aún desde lejos. Había sufrido mucho cuando cayó
prisionero, y ahora no encontraba una postura cómoda (por no mencionar a los
pobres enanos debajo de él), y sin embargo no se había dado cuenta de la suerte
que había tenido. La conversación se refería sólo al comercio que iba y venía por