Page 161 - El Hobbit
P. 161
No es necesario contaros mucho de las aventuras de Bilbo aquella noche, pues
nos estamos acercando ya al término del viaje hacia el este, llegando a la última
y mayor aventura, de modo que hemos de darnos prisa. Ayudado, como es
natural, por el anillo mágico, a Bilbo le fue muy bien al principio, pero al cabo
fue traicionado por sus pisadas húmedas y el rastro de gotas que iba dejando
dondequiera que fuese o se sentase; y luego se puso a lagrimear, y cuando
intentaba ocultarse era descubierto por las terribles explosiones de unos
estornudos contenidos. Muy pronto hubo una gran conmoción en la villa ribereña;
mas Bilbo escapó hacia los bosques llevando una hogaza y un pellejo de vino y
un pastel que no le pertenecían. El resto de la noche tuvo que pasarla mojado
como estaba y sin fuego, pero el pellejo de vino lo ayudó, y hasta alcanzó a
dormitar un rato sobre unas hojas secas, aunque el año estaba avanzado y el aire
era cortante.
Despertó de nuevo con un estornudo especialmente ruidoso. La mañana era
gris, y había un alegre alboroto río abajo. Estaban construyendo una almadía de
barriles, y los elfos de la almadía la llevarían pronto aguas abajo hacia la Ciudad
del Lago. Bilbo estornudó otra vez. Las ropas ya no le chorreaban, pero tenía el
cuerpo helado. Descendió gateando tan rápido como se lo permitían las piernas
entumecidas, y logró alcanzar justo a tiempo el grupo de toneles sin que nadie lo
advirtiera en la confusión general. Por suerte, no había sol entonces que
proyectase una sombra reveladora, y por misericordia no estornudó otra vez
durante un buen rato. Hubo un poderoso movimiento de pértigas. Los elfos que
estaban en los bajíos impelían y empujaban. Los barriles, ahora amarrados entre
sí, se rozaban y crujían.
—¡Es una carga pesada! —gruñían algunos—. Flotan muy bajos…, algunos
no están del todo vacíos. Si hubiesen llegado a la luz del día podríamos haberles
echado una ojeada —dijeron.
—¡Ya no hay tiempo! —gritó el elfo de la almadía—. ¡Empujad!