Page 156 - El Hobbit
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una.  En  verdad,  algunas  eran  demasiado  grandes,  y  los  enanos  pensaron  con
      angustia en las sacudidas y topetazos que soportarían dentro, aunque Bilbo buscó
      paja y otros materiales para empacarlos lo mejor que pudo, en tan corto tiempo.
      Por último, doce enanos estuvieron dentro de los barriles. Thorin había causado
      muchas  dificultades,  y  daba  vueltas  y  se  retorcía  en  la  cuba,  y  gruñía  como
      perro grande en perrera pequeña; mientras que Balin, que fue el último, levantó
      un gran alboroto a propósito de los agujeros para respirar, y dijo que se estaba
      ahogando  aún  antes  de  que  taparan  el  barril.  Bilbo  había  tratado  de  cerrar  los
      agujeros en los costados de los barriles y sujetar bien todas las tapaderas, y ahora
      se  encontraba  de  nuevo  solo,  corriendo  alrededor,  dando  los  últimos  toques  al
      embalaje, y aguardando contra toda esperanza que el plan no fracasara.
      Había concluido con el tiempo justo. Sólo uno o dos minutos después de encajar
      la tapadera de Balin, llegó un sonido de voces y un parpadeo de luces. Algunos
      elfos  venían  riendo  y  charlando  y  cantando  a  las  bodegas.  Habían  dejado  un
      alegre festín en uno de los salones y estaban resueltos a retornar tan pronto como
      les fuese posible.
        —¿Dónde está el viejo Galion, el mayordomo? —dijo uno—. No le he visto a
      la mesa esta noche. Tendría que encontrarse aquí ahora, para mostrarnos lo que
      hay que hacer.
        —Me enfadaré si el viejo perezoso se retrasa —dijo otro—. ¡No tengo ganas
      de perder el tiempo aquí abajo mientras se canta allá arriba!
        —¡Ja, ja! —llegó una carcajada—. ¡Aquí está el viejo tunante con la cabeza
      metida  en  un  jarro!  Ha  estado  montando  un  pequeño  banquete  para  él  y  su
      amigo el capitán.
        —¡Sacúdelo! ¡Despiértalo! —gritaron los otros, impacientes.
        A Galion no le gustó nada que lo sacudieran y despertaran, y mucho menos
      que se rieran de él. —Estáis retrasados —gruñó—. Aquí estoy yo; esperando y
      esperando, mientras vosotros bebéis y festejáis y olvidáis vuestras tareas. ¡No os
      maraville que caiga dormido de aburrimiento!
        —No nos maravilla —dijeron ellos—, ¡cuando la explicación está tan cerca
      en un jarro! ¡Vamos, déjanos probar tu soporífero antes de que comencemos la
      tarea! No es necesario despertar al joven de las llaves. Por lo que parece, ha
      tenido su ración.
        Bebieron entonces una ronda, y de repente todos se pusieron muy contentos.
      Pero no perdieron por completo la cabeza. —¡Sálvanos, Galion! —gritó de pronto
      alguien—. ¡Empezaste la fiesta temprano y se te embotó el juicio! Has apilado
      aquí algunos toneles llenos en lugar de los vacíos, a juzgar por lo que pesan.
        —¡Continuad con el trabajo! —gruñó el mayordomo—. Los brazos ociosos
      de un levantacopas nada saben de pesos. Éstos son los que hay que llevar y no
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