Page 152 - El Hobbit
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lugar especialmente profundo y oscuro. Adivinó enseguida, por supuesto, que se
trataba de Thorin; y descubrió al poco tiempo que la suposición era correcta. Por
último, después de muchas dificultades consiguió encontrar el lugar cuando nadie
rondaba y tener unas pocas palabras con el jefe de los enanos.
Thorin se sentía demasiado desdichado para que sus propios infortunios
continuaran enfadándolo mucho tiempo, y ya estaba pensando en contarle al rey
todo lo del tesoro y la búsqueda (lo que prueba qué deprimido se sentía), cuando
oyó la vocecita de Bilbo en el agujero de la cerradura. No podía creerlo. Pronto,
sin embargo, entendió que no podía estar equivocado y se acercó a la puerta; y
sostuvo una larga y susurrante charla con el hobbit al otro lado.
Así fue como Bilbo fue capaz de llevar en secreto un mensaje de Thorin a
cada uno de los otros enanos prisioneros, diciéndoles que Thorin, el jefe, estaba
también en prisión, muy cerca, y que nadie revelara al rey el objeto de la
misión, no todavía, no antes que Thorin lo ordenase. Pues Thorin se sintió otra vez
animado al oír cómo el hobbit había salvado a los enanos de las arañas, y resolvió
de nuevo no pagar un rescate (prometiéndole al rey una parte del tesoro) hasta
que toda otra esperanza de salir de allí se hubiese desvanecido; en realidad hasta
que el extraordinario señor Bolsón Invisible (de quien empezaba a tener en
verdad una opinión muy alta) hubiese fracasado por completo en encontrar una
solución más ingeniosa.
Los otros enanos estuvieron por completo de acuerdo cuando recibieron el
mensaje. Todos pensaron que las partes del tesoro que les tocaban (y de las que
se consideraban los verdaderos dueños, a pesar de la situación en que se
encontraban ahora y del todavía invicto dragón) se verían seriamente
disminuidas si los Elfos del Bosque reclamaban una porción; y todos confiaban en
Bilbo. Exactamente lo que Gandalf había anunciado, como veis. Tal vez ésa era
parte de la razón por la que se marchó y los dejó.
Bilbo, sin embargo, no se sentía tan optimista. No le gustaba que alguien
dependiera de él, y deseaba que el mago estuviese al alcance. Pero era inútil;
quizá estaban separados por toda la oscura extensión del Bosque Negro. Se sentó
y pensó y pensó, hasta que casi le estalló la cabeza, pero no se le ocurrió ninguna
idea brillante. Un anillo invisible era algo de veras valioso, aunque no de mucha
utilidad entre catorce. Pero desde luego, como habréis adivinado, al final rescató
a sus amigos, y así es como sucedió:
Un día, mientras curioseaba y deambulaba, Bilbo descubrió algo muy
interesante: los grandes portones no eran la única entrada a las cavernas. Un
arroyo corría por debajo del palacio, y se unía al Río del Bosque un poco al este,
más allá de la cuesta empinada en la que se abría la boca principal. En la ladera
de la colina donde nacía este curso subterráneo había una compuerta. La bóveda
rocosa descendía a la superficie del agua, y desde allí podía dejarse caer un
portalón hasta el mismo lecho del río, para impedir que alguien entrase o saliese.