Page 149 - El Hobbit
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                     Barriles de contrabando
      E l  día  que  siguió  a  la  batalla  con  las  arañas,  Bilbo  y  los  enanos  hicieron  un
      último y desesperado esfuerzo por encontrar un camino de salida antes de morir
      de hambre y sed. Se incorporaron y fueron tambaleándose hacia el sitio en que
      corría  el  sendero,  según  decían  ocho  de  los  trece;  pero  nunca  descubrieron  si
      habían acertado. Un día como todos los del bosque se desvanecía una vez más en
      una noche negra, cuando las luces de muchas antorchas aparecieron de súbito
      todo  alrededor,  como  cientos  de  estrellas  rojas.  Los  Elfos  del  Bosque  se
      acercaron cantando, armados con arcos y lanzas, y dieron el alto a los enanos.
        Nadie pensó en luchar. Aún si los enanos no se hubiesen encontrado en una
      situación tal que les alegraba realmente ser capturados, los pequeños cuchillos,
      las únicas armas que tenían, hubieran sido inútiles contra las flechas de los elfos,
      que  podían  golpear  el  ojo  de  un  pájaro  en  la  oscuridad.  De  modo  que  se
      contentaron con detenerse, y se sentaron, y aguardaron, todos excepto Bilbo, que
      se puso rápido el anillo y se deslizó a un lado. Así se explica que cuando los elfos
      ataron  a  los  enanos  en  una  larga  hilera,  uno  tras  otro,  y  los  contaron,  nunca
      encontraron ni contaron al hobbit.
        No lo oyeron ni lo sintieron mientras corría al trote bastante atrás de la luz de
      las antorchas, mientras ellos llevaban a los prisioneros por el bosque. Les habían
      vendado los ojos a todos, pero esto no cambiaba mucho las cosas, pues aún Bilbo,
      que podía utilizar bien los ojos, no podía ver a dónde iban, y de todos modos ni él
      ni los otros sabían de dónde habían partido.
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