Page 144 - El Hobbit
P. 144

enanos siguieron adelante. No bastante deprisa, sin embargo. Se sentían enfermos
      y débiles y arrastraban las piernas y cojeaban, perseguidos por arañas que les
      pisaban los talones. Una y otra vez tenían que volverse y enfrentar a las criaturas
      que  estaban  casi  encima  de  ellos;  y  ya  algunas  de  las  arañas  corrían  por  los
      árboles y dejaban caer unos largos hilos pegajosos.
        Las  cosas  parecían  haber  empeorado  otra  vez,  cuando  de  pronto  Bilbo
      reapareció  e  inesperadamente  inició  un  ataque  desde  un  lado,  sobre  las
      asombradas arañas.
        —¡Seguid! ¡Seguid! —gritó—. ¡Yo seré quien clave el aguijón!
        Y  así  ocurrió.  Se  movía  adelante  y  atrás,  rasgando  los  hilos  de  las  arañas,
      cortándoles  las  patas  y  acuchillándoles  los  cuerpos  gordos  si  se  acercaban
      demasiado. Las arañas se hinchaban de rabia y farfullaban y espumajeaban y
      siseaban horribles maldiciones; pero ahora tenían un miedo mortal al Aguijón y
      no  se  atrevían  a  acercarse.  Así,  mientras  maldecían,  la  presa  se  les  escapaba
      lenta e inexorablemente. Era una situación horrible y parecía durar horas. Pero
      al  fin,  cuando  Bilbo  sentía  que  ya  no  tenía  fuerzas  para  levantar  la  mano  y
      asestar otro golpe, de pronto abandonaron la persecución, y no los siguieron más
      y volvieron decepcionadas a la tenebrosa colonia.
        Entonces los enanos se dieron cuenta de que habían llegado al círculo en que
      habían ardido los fuegos de los elfos. No podían saber si era uno de los fuegos que
      habían visto la noche anterior; pero parecía que algún encantamiento bienhechor
      persistía en estos sitios, que a las arañas no les gustaban. De cualquier modo, la
      luz era más verde, los arbustos menos espesos y amenazadores, y ahora podían
      descansar y recobrar el aliento. Allí se quedaron un rato resollando y jadeando.
      Pero muy pronto los enanos empezaron a hacer preguntas. Querían que Bilbo les
      explicase  bien  el  asunto  de  las  desapariciones;  tanto  les  interesó  la  historia  del
      anillo que por un momento olvidaron sus propios problemas. Balin en particular
      insistió en oír otra vez la historia de Gollum con acertijos y todo lo demás, y con
      el anillo en el lugar que correspondía. Pero al cabo de un tiempo la luz comenzó a
      declinar,  y  se  hicieron  otras  preguntas.  ¿Dónde  estaban  y  por  dónde  corría  el
      camino?  ¿Dónde  habría  comida  y  qué  harían  ahora?  Estas  preguntas  fueron
      hechas  una  y  otra  vez,  y  esperaban  que  el  pequeño  Bilbo  conociese  las
      respuestas.  Por  lo  que  podéis  ver,  habían  cambiado  mucho  de  opinión  con
      respecto al señor Bolsón, y ahora lo respetaban de veras (tal y como había dicho
      Gandalf). Ya no refunfuñaban, y esperaban realmente que a Bilbo se le ocurriría
      algún  plan  maravilloso.  Sabían  demasiado  bien  que  si  no  hubiese  sido  por  el
      hobbit todos estarían ya muertos; y se lo agradecieron muchas veces. Algunos de
      ellos incluso se pusieron en pie y lo saludaron inclinándose hasta el suelo, aunque
      el esfuerzo los hizo caer, y durante un rato no pudieron incorporarse. Saber la
      verdad  sobre  las  desapariciones  no  disminuyó  de  ningún  modo  la  opinión  que
      Bilbo  les  merecía,  pues  entendieron  que  tenía  ingenio,  y  también  suerte  y  un
   139   140   141   142   143   144   145   146   147   148   149