Page 139 - El Hobbit
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débil gañido, y un pie salió disparado y golpeó fuerte y directamente a la araña.
      Aún quedaba vida en Bombur. Se oyó un ruido, como si hubieran pateado una
      pelota desinflada, y la araña enfurecida cayó del árbol, aferrándose a su propia
      cuerda en el último instante.
        Las otras rieron. —Tenías bastante razón. ¡La carne aún está viva y coleando!
        —¡Pronto acabaré con eso! —siseó la araña colérica, volviendo a trepar a la
      rama.
      Bilbo  vio  que  había  llegado  el  momento  de  hacer  algo.  No  podía  llegar  hasta
      donde estaban las bestias, ni tenía nada que tirarles; pero mirando alrededor vio
      que en lo que parecía el lecho de un arroyo, seco ahora, había muchas piedras.
      Bilbo era un tirador de piedras bastante bueno y no tardó mucho en encontrar una
      lisa y de forma de huevo que le cabía perfectamente en la mano. De niño había
      tirado  piedras  a  todo,  hasta  que  las  ardillas,  los  conejos  y  aún  los  pájaros  se
      apartaban  rápidos  como  el  rayo  en  cuanto  lo  veían  aparecer;  y  de  mayor  se
      había pasado también bastante tiempo arrojando tejos, dardos, bochas, boliches,
      bolos y practicando otros juegos tranquilos de puntería y tiro; aunque también
      podía hacer muchas otras cosas —aparte de anillos de humo, proponer acertijos
      y  cocinar—  que  no  he  tenido  tiempo  de  contaros.  Tampoco  lo  hay  ahora.
      Mientras recogía piedras, la araña había llegado hasta Bombur, que pronto estaría
      muerto. En ese mismo momento Bilbo disparó. La piedra dio en la cabeza de la
      araña con un golpe seco y la bestia se desprendió del árbol y cayó pesadamente
      al suelo con todas las patas encogidas.
        La  piedra  siguiente  atravesó  zumbando  una  telaraña,  y  rompiendo  las
      cuerdas,  derribó  a  la  araña  que  estaba  allí  sentada.  A  esto  siguió  una  gran
      conmoción  en  la  colonia,  y  por  un  momento  olvidaron  a  los  enanos,  os  lo
      aseguro.  No  podían  ver  a  Bilbo,  pero  no  les  costó  mucho  descubrir  de  qué
      dirección venían las piedras. Rápidas como el rayo, se acercaron corriendo y
      balanceándose hacia el hobbit, tendiendo largas cuerdas alrededor, hasta que el
      aire pareció todo ocupado por trampas flotantes.
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