Page 143 - El Hobbit
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estaban llevando a la rastra. Dio un grito y acuchilló a las bestias que tenía
delante. Las arañas retrocedieron enseguida, y Bilbo trepó y saltó desde el árbol,
justo en medio de las que estaban en el suelo. La pequeña espada era un tipo de
aguijón que no conocían. ¡Cómo se movía de acá para allá! La hoja brillaba
triunfante cuando traspasaba a las arañas. Seis de ellas murieron antes que el
resto huyese y dejase a Bombur en manos de Bilbo.
—¡Bajad! ¡Bajad! —gritó a los enanos que estaban en la rama—. No os
quedéis ahí; os echarán las redes encima pues veía que unas pocas arañas
trepaban a los árboles vecinos, arrastrándose por las ramas sobre la cabeza de los
enanos.
Los enanos bajaron gateando, o saltaron o se dejaron caer, los once en
montón, la mayoría muy temblorosos y torpes de piernas. Allí se encontraron al
fin los doce, contando al pobre Bombur, a quien sostenían por ambos lados el
primo Bifur y el hermano Bofur; y Bilbo se movía alrededor y blandía el
Aguijón; y cientos de arañas los miraban con los ojos desorbitados, desde arriba,
desde un lado, desde otro. La situación parecía bastante desesperada.
Entonces comenzó la batalla. Algunos enanos tenían cuchillos; otros, palos, y
había piedras para todos; y Bilbo blandía la daga élfica. Una y otra vez las arañas
fueron rechazadas, y muchas murieron. Pero esto no podía prolongarse. Bilbo
estaba casi exhausto; sólo cuatro de los enanos se mantenían aún en pie, y pronto
las arañas caerían sobre ellos como sobre moscas cansadas. Ya tejían de nuevo
alrededor, de árbol en árbol.
Bilbo al fin no pudo pensar en otro plan que comunicar a los enanos el secreto
del anillo. Lo lamentaba bastante, pero no había otro remedio.
—Voy a desaparecer —dijo—. Alejaré a las arañas de aquí, si puedo;
vosotros tenéis que manteneros juntos y escapar en la dirección opuesta. Por allí
a la izquierda quizá se podría llegar al sitio donde vimos por última vez el fuego
de los elfos.
Tardaron en entender lo que se les decía, pues las cabezas les daban vueltas
en medio de una confusión de gritos, palos y piedras que golpeaban, pero al fin
Bilbo sintió que no podía esperar más: las arañas estaban cerrando el círculo. De
súbito se deslizó el anillo en el dedo, y desapareció dejando estupefactos a los
enanos.
Pronto se oyeron gritos: —¡Perezosa Lob! ¡Venenosa! —entre los árboles de
la derecha. Esto enfureció mucho a las arañas. Dejaron de acercarse a los
enanos y unas cuantas se volvieron hacia la voz. « Venenosa» las enojó tanto que
perdieron el juicio. Entonces Balin, quien había entendido el plan de Bilbo mejor
que los demás, se lanzó al ataque. Los enanos se unieron en un pelotón y
descargando una lluvia de piedras corrieron hacia la izquierda y atravesaron el
círculo. Lejos, detrás de ellos, los cantos y gritos cesaron de pronto.
Esperando contra toda esperanza que no hubiesen capturado a Bilbo, los