Page 142 - El Hobbit
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abajo. Serpenteando rama adelante (lo que hizo que los pobres enanos se
balancearan y danzaran como fruta madura), llegó al primer bulto.
« Fili o Kili» , se dijo viendo la punta de un capuchón azul que sobresalía de un
extremo. « Más posiblemente Fili» , pensó al descubrir la punta de una nariz larga
que asomaba entre las cuerdas enmarañadas. Inclinándose, consiguió cortar la
mayor parte de las cuerdas pegajosas y fuertes, y entonces, en efecto, con un
puntapié y algunas sacudidas apareció la mayor parte de Fili. Me temo que Bilbo
se rió viendo cómo agitaba las piernas y los brazos rígidos mientras danzaba con
la cuerda de la telaraña en las axilas; como uno de esos juguetes divertidos que se
menean en un alambre.
De algún modo, Fili se encaramó en la rama, y ahí ayudó todo lo posible al
hobbit, aunque se sentía mareado y enfermo a causa del veneno de las arañas, y
por haber estado colgado la mayor parte de la noche y el día siguiente, envuelto
y envuelto en cuerdas, sólo con la nariz fuera para respirar. Tardó mucho tiempo
en quitarse aquellas hebras bestiales de los ojos y las cejas, y en cuanto a la
barba, tuvo que cortarse la mayor parte. Bien, Bilbo y Fili, juntos, alzaron
primero a un enano y luego a otro y cortaron las ataduras. Ninguno se
encontraba mejor que Fili y algunos bastante peor, pues apenas habían podido
respirar (ya veis, a veces las narices largas son útiles), y algunos parecían más
envenenados.
De este modo rescataron a Kili, Bifur, Bofur, Dori y Nori. El pobre viejo
Bombur estaba tan exhausto —era el más gordo— y lo habían pinchado y
pellizcado constantemente que rodó de la rama y, ¡plaf!, cayó al suelo, por
fortuna sobre unas hojas, y quedó allí tendido. Pero aún había cinco enanos que
colgaban del extremo de la rama, cuando las arañas comenzaron a volver, más
rabiosas que nunca.
Bilbo fue inmediatamente hasta el sitio en que la rama nacía del tronco, y
mantuvo a raya a las arañas que subían trepando. Se había quitado el anillo
cuando rescató a Fili y había olvidado ponérselo de nuevo, y ahora todas ellas
farfullaban y siseaban:
—¡Ya te vemos, asquerosa criatura! ¡Te comeremos y sólo te dejaremos la
piel y los huesos colgando de un árbol! ¡Ah! Tiene un aguijón, ¿verdad? Bueno,
de todas maneras lo atraparemos y colgaremos cabeza abajo durante un día o
dos.
Mientras, los enanos trabajaban en el resto de los cautivos y cortaban los
hilos. Pronto liberarían a todos, aunque no estaba claro qué ocurriría después. Las
arañas los habían capturado sin muchas dificultades la noche anterior, pero
sorprendiéndolos en la oscuridad. Esta vez, parecía que iba a librarse una terrible
batalla.
De repente Bilbo cayó en la cuenta de que algunas arañas se habían reunido
alrededor del viejo Bombur, sobre el suelo, lo habían atado otra vez y se lo