Page 140 - El Hobbit
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Bilbo, de cualquier modo, se deslizó pronto hasta otro sitio. Se le ocurrió la
idea de alejar más y más a las arañas de los enanos, si podía, y hacer que se
sintieran perplejas, excitadas y enojadas, todo a la vez. Cuando medio centenar
de arañas llegó al lugar donde él había estado antes, les tiró unas cuantas piedras
más, y también a las otras que habían quedado a retaguardia; luego, danzando
por entre los árboles, se puso a cantar una canción, para enfurecerlas y atraerlas,
y también para que lo oyeran los enanos.
Esto fue lo que cantó:
¡Araña gorda y vieja que hilas en un árbol!
¡Araña gorda y vieja que no alcanzas a verme!
¡Venenosa! ¡Venenosa!
¿No pararás?
¿No pararás tu hilado y vendrás a buscarme?
Vieja Tontona, toda cuerpo grande,
¡Vieja Tontona, no puedes espiarme!
¡Venenosa! ¡Venenosa!
¡Déjate caer!
¡Nunca me atraparas en los árboles!
No muy buena quizá, pero no olvidéis que había tenido que componerla él
mismo, en el apuro de un dificilísimo momento. De todos modos tuvo el efecto
que él había esperado. Mientras cantaba, tiró algunas piedras más y pateó el
suelo. Prácticamente todas las arañas del lugar fueron tras él: unas saltaban, otras
corrían por las ramas, pasando de árbol en árbol o tendían nuevos hilos en sitios