Page 151 - El Hobbit
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buenas maneras!
        Luego ordenó que pusieran a cada uno de los enanos en celdas separadas y
      les dieran comida y bebida, pero que no se les permitiese dejar el calabozo, hasta
      que al menos uno de ellos se decidiera a decir todo lo que él quería saber. Pero no
      les dijo que Thorin había sido hecho prisionero. Bilbo mismo lo descubrió.

      ¡Pobre señor Bolsón!… Fue una larga y aburrida temporada la que pasó en aquel
      sitio, a solas, y siempre oculto, nunca atreviéndose a sacarse el anillo, y apenas
      atreviéndose a dormir, aún escondido en los rincones más oscuros y remotos que
      podía encontrar. Por hacer algo se dedicó a recorrer el palacio del rey elfo. Unas
      puertas  mágicas  cerraban  la  entrada,  pero  a  veces  podía  salir,  si  era  rápido.
      Compañías de los Elfos del Bosque, algunas veces con el rey a la cabeza, salían
      de cuando en cuando de cacería, o a otros asuntos, a los bosques y a las tierras
      del Este. Entonces, si Bilbo se apresuraba, podía deslizarse fuera detrás de ellos;
      aunque  era  un  riesgo  muy  peligroso.  Más  de  una  vez  estuvo  a  punto  de  ser
      alcanzado por las puertas, cuando batían juntas al pasar el último elfo; todavía no
      se  atrevía  a  marchar  entre  ellos  a  causa  de  la  sombra  que  echaba  (tenue  y
      vacilante a la luz de las antorchas), o por miedo a que tropezasen con él y lo
      descubriesen. Y cuando salía, lo que no era muy frecuente, no servía de mucho.
      No deseaba abandonar a los enanos, y en verdad sin ellos no hubiera sabido a
      dónde ir. No podía marchar al paso de los elfos cazadores durante el tiempo que
      estaban  fuera,  así  que  nunca  descubría  los  caminos  de  salida  del  bosque  y  se
      quedaba errando tristemente por la floresta, aterrorizado de perderse, hasta que
      aparecía una oportunidad de regresar. Además pasaba hambre fuera, pues no era
      cazador,  mientras  que  en  el  interior  de  las  cavernas  podía  ganarse  la  vida  de
      alguna forma, robando comida del almacén o la mesa cuando no había nadie a la
      vista.
        « Soy como un saqueador que no puede escapar, y ha de seguir saqueando
      miserablemente la misma casa, día tras día» , pensaba. « ¡Ésta es la parte más
      monótona  y  gris  de  una  desdichada,  fatigosa  e  incómoda  aventura!  ¡Desearía
      estar de vuelta en mi agujero-hobbit junto a mi propio fuego, y a la luz de la
      lámpara!» . A menudo deseaba también enviar un mensaje de socorro al mago,
      pero aquello, desde luego, era del todo imposible; y pronto comprendió que si
      algo podía hacerse, tendría que hacerlo él mismo, solo y sin ayuda.
        Por  fin,  luego  de  una  o  dos  semanas  de  esta  vida  furtiva,  observando  y
      siguiendo a los guardias y aprovechando todas las oportunidades, se las arregló
      para descubrir dónde estaban encerrados los enanos. Encontró las doce celdas en
      sitios distintos del palacio, y al cabo de un tiempo consiguió conocer el camino
      bastante  bien.  Cuál  no  sería  su  sorpresa  cuando  oyó  por  casualidad  una
      conversación de los guardianes y se enteró que había otro enano en prisión, en un
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