Page 155 - El Hobbit
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siempre a tu servicio, ocurra lo que ocurra. Pero, ¿qué viene ahora?
        Bilbo entendió que había llegado el momento de explicar el plan, dentro de lo
      posible; aunque no sabía muy bien cómo reaccionarían los enanos. Estos temores
      estaban bastante justificados, pues lo que él les dijo no les gustó y se pusieron a
      refunfuñar y a gritar a pesar del peligro.
        —¡Nos magullaremos y nos haremos pedazos, y nos ahogaremos también,
      seguro!  —dijeron—.  Creímos  que  habías  ideado  algo  sensato  cuando  te
      apoderaste de las llaves. ¡Esto es una locura!
        —¡Muy  bien!  —dijo  Bilbo  desanimado,  y  también  bastante  molesto—.
      Regresad  a  vuestras  agradables  celdas,  os  encerraré  otra  vez,  y  allí  podréis
      sentaros  cómodamente  y  pensar  en  un  plan  mejor…  aunque  supongo  que  no
      conseguiré de nuevo las llaves, aun cuando me sintiese con ganas de intentarlo.
        Aquello  fue  demasiado  para  ellos,  y  se  calmaron.  Al  final,  desde  luego,
      tuvieron  que  hacer  exactamente  lo  que  Bilbo  había  sugerido,  pues  era
      obviamente imposible buscar y encontrar el camino en los salones de arriba, o
      luchar y salir cruzando unas puertas que se cerraban por arte de magia; y no era
      bueno refunfuñar en los pasadizos y esperar a que los capturasen otra vez. De
      modo que siguiendo con cautela al hobbit, fueron a las bodegas de abajo. Pasaron
      ante  la  puerta  de  la  bodega  donde  el  jefe  de  los  guardias  y  el  mayordomo
      todavía  roncaban  felices  con  rostros  sonrientes.  El  vino  de  Dorwinion  produce
      sueños  profundos  y  agradables.  Habría  una  expresión  diferente  en  la  cara  del
      jefe de los guardias al otro día, aun cuando Bilbo, antes de continuar, se deslizó
      sigiloso y amablemente le puso las llaves de vuelta en el cinturón.
        —Eso le ahorrará alguno de los problemas en que está metido —se dijo—.
      No era un mal muchacho, y trató con decencia a los prisioneros. Quedarán muy
      desconcertados Pensarán que teníamos una magia muy poderosa para traspasar
      las puertas cerradas y desaparecer. ¡Desaparecer! ¡Tenemos que darnos prisa, si
      queremos que así sea!
      Se  encargó  a  Balin  que  vigilase  al  guardia  y  al  mayordomo,  y  que  avisara  si
      hacían algún movimiento. El resto entró en la bodega aledaña, donde estaban las
      escotillas. Había poco tiempo que perder. En breve, como sabía Bilbo, algunos
      elfos bajarían a ayudar al mayordomo en la tarea de pasar los barriles vacíos
      por las puertas y echarlos a la corriente. Los barriles estaban ya dispuestos en
      hileras  en  medio  del  suelo,  aguardando  a  que  los  empujasen.  Algunos  eran
      barriles de vino, y no muy útiles, pues no podían abrirse por el fondo sin hacer
      ruido, ni cerrarse de nuevo con facilidad. Pero había algunos que habían servido
      para traer otras mercancías, mantequilla, manzanas y toda suerte de cosas, al
      palacio del rey.
        Pronto encontraron trece cubas con espacio suficiente para un enano en cada
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