Page 153 - El Hobbit
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Pero el portalón estaba abierto a menudo, pues mucha gente iba y venía por la
compuerta. Si alguien hubiese llegado por ese camino, se habría encontrado en
un túnel oscuro y tosco que se adentraba en el corazón de la colina; pero debajo
de las cavernas, en cierto sitio, el techo había sido horadado y tapado con grandes
escotillas de roble, que comunicaban con las bodegas del rey. Allí se
amontonaban barriles y barriles y barriles; pues los Elfos del Bosque, y sobre
todo el rey, eran muy aficionados al vino, aunque no había viñas en aquellos
parajes. El vino y otras mercancías eran traídos desde lejos, de las tierras que
habitaban los parientes del Sur, o de los viñedos de los Hombres en tierras
distantes.
Escondido detrás de uno de los barriles más grandes, Bilbo descubrió las
escotillas y para qué servían, y escuchando la charla de los sirvientes del rey, se
enteró de cómo el vino y otras mercancías remontaban los ríos, o cruzaban la
tierra, hasta el Lago Largo. Parecía que una ciudad de Hombres aún prosperaba
allí, construida sobre puentes, lejos, aguas adentro, como una protección contra
enemigos de toda suerte, y especialmente contra el dragón de la Montaña. Traían
los barriles desde la Ciudad del Lago, remontando el Río del Bosque. A menudo
los ataban juntos con grandes almadías y los empujaban aguas arriba con
pértigas o remos; algunas veces los cargaban en botes planos.
Cuando los barriles estaban vacíos, los elfos los arrojaban a través de las
escotillas, abrían la compuerta, y los barriles flotaban fuera en el arroyo,
bamboleándose, hasta que al fin eran arrastrados por la corriente a un sitio
distante, aguas abajo, donde la ribera sobresalía, de pronto, cerca de los lindes
orientales del Bosque Negro. Allí eran recogidos y atados juntos, y flotaban de
vuelta a la ciudad, que se alzaba cerca del punto donde el Río del Bosque
desembocaba en el Lago Largo.
Bilbo estuvo sentado un tiempo meditando sobre esta compuerta, y
preguntándose si los enanos podrían escapar por allí, y al fin tuvo el desesperado
esbozo de un plan. Habían servido la comida de la noche a los prisioneros. Los
guardias se alejaron con pasos pesados bajando los pasadizos, llevando la luz de
las antorchas con ellos y dejando todo a oscuras. Entonces Bilbo oyó la voz del
mayordomo del rey que daba las buenas noches al jefe de los guardias.
—Ahora ven conmigo —dijo—, y prueba el nuevo vino que acaba de llegar.
Estaré trabajando duro esta noche, limpiando las bodegas de barriles vacíos, de
modo que tomemos primero un trago, para que me ayude a trabajar.
—Muy bien —rió el jefe de los guardias—. Lo probaré contigo, y veré si es
digno de la mesa del rey. ¡Hay un banquete esta noche y no habría que mandar
nada malo!