Page 57 - El Señor de los Anillos
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hay muchos que fueron detenidos en la frontera. Los fronteros no estuvieron
nunca tan activos.
—He oído decir que los elfos se mudan al oeste. Dicen que van hacía los
puertos, más allá de Torres Blancas.
Sam hizo un vago ademán con el brazo; ni él ni ningún otro sabía a qué
distancia se encontraba el mar, más allá de los límites occidentales de la
Comarca, pasando las viejas torres, pero una antigua tradición decía que en esa
dirección, muy lejos, estaban los Puertos Grises, donde a veces los barcos de los
elfos se hacían a la mar, para no volver.
—Navegan, navegan, navegan por el Mar; se van al oeste y nos abandonan
dijo Sam, canturreando las palabras, sacudiendo la cabeza triste y
solemnemente.
Pero Ted rió.
—Bueno, eso no es nuevo, si crees en las viejas fábulas. No veo qué pueda
importarnos. ¡Déjalos que naveguen! Pero te aseguro que tú nunca los viste
navegar, ni ningún otro de la Comarca.
—Bueno, no sé —dijo Sam pensativo. Creía haber visto una vez un elfo en los
bosques y todavía esperaba que algún día vería más. De todas las leyendas que
había oído en sus primeros años, algunos fragmentos de cuentos y relatos
recordados a medias que contaban los hobbits sobre los Elfos siempre lo habían
impresionado profundamente—. Hay algunos, aun en aquellos lugares, que
conocen a la Hermosa Gente, de quienes obtienen noticias —dijo—. Además, ahí
está el señor Bolsón, para quien yo trabajo. Me contó que los Elfos salían a
navegar y él algo sabe sobre Elfos y el viejo señor Bilbo sabía más aún; son
muchas las charlas que tuve con él cuando era chico.
—Oh, los dos están chiflados —dijo Ted—. Al menos el viejo Bilbo estaba
chiflado y Frodo va en camino de estarlo. Si ésa es la fuente de tus noticias, no
llegarás muy lejos. Bien, amigos, me voy a casa. ¡A vuestra salud! —Apuró el
vaso y se fue ruidosamente.
Sam se quedó sentado y no dijo nada más. Tenía tantas cosas en que pensar.
Por una parte, había muchísimo que hacer en el jardín de Bolsón Cerrado; al día
siguiente tendría una jornada de mucho trabajo, si el tiempo mejoraba. La hierba
crecía rápidamente. Pero no era el cuidado del jardín lo que preocupaba a Sam.
Al cabo de un rato suspiró, se levantó y se fue.
Era a comienzos de abril y el cielo aclaraba ahora, luego de un copioso
chaparrón. El sol se había puesto y la tarde fría y pálida desaparecía fundiéndose
en la noche. Sam regresó bajo las primeras estrellas; cruzó Hobbiton y fue colina
arriba, silbando suave y pensativamente.
Gandalf reapareció justamente entonces, al cabo de una larga ausencia. Había
estado fuera tres años, luego del banquete; después visitó brevemente a Frodo y