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Parábola de los talentos Entrada de Jesús en Jerusalén
Es como un hombre que se marchaba Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de
al extranjero; antes llamó a sus criados los Olivos. Entonces, Jesús envió a dos discípulos encargándoles:
y les encomendó sus posesiones. A —Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica
uno le dio cinco millones, a otro dos, atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os
a otro uno; a cada uno según su ca- dice algo, le diréis que le hace falta al Señor.
pacidad. Y se marchó. Inmediatamente Con esto los despachó. Esto sucedió para que se cumpliera lo anun-
el que había recibido cinco millones ciado por el profeta: «Digan a la ciudad de Sion: mira a tu rey, que
negoció con ellos y ganó otros cinco. está llegando: humilde, cabalgando un asno, un pollino, hijo de acé-
Lo mismo el que había recibido dos mila». Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús,
millones, ganó otros dos. El que había le llevaron la borrica y el pollino. Echaron los mantos sobre ellos y el
recibido un millón fue, hizo un hoyo en Señor se montó. Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos
tierra y escondió el dinero del amo. el camino. Otros cortaban ramas de árbol y alfombraban con ellas
Pasado mucho tiempo se presentó el el camino. La multitud, delante y detrás de Él, clamaba:
amo de los criados para pedirles cuen- —¡Hosana al hijo de David! Bendito en nombre del Señor el que
tas. Se acercó el que había recibido viene. ¡Hosana al Altísimo!
cinco millones y le presentó otros cinco Cuando entró en Jerusalén, toda la población agitada preguntaba:
diciendo: —¿Quién es Éste?
—Señor, me diste cinco millones; mira, Y la multitud contestaba:
he ganado otros cinco. —Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
El amo le dijo: Mt 21, 1-11
—Muy bien, siervo fiel y cumplidor; has sido de fiar en lo menudo,
te pongo al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu amo. Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al
Se acercó el que había recibido dos millones y dijo: monte de los Olivos, despachó a dos discípulos encargándoles:
—Señor, me diste dos millones; mira, he ganado otros dos. —Vayan a la aldea de enfrente y, nada más entrar, encontrarán un
El amo le dijo: borrico atado, que nadie ha montado aún. Suéltenlo y tráiganlo. Y si
—Muy bien, siervo fiel y cumplidor; has sido de fiar en lo menudo, alguien les pregunta por qué lo hacen, le dirán que le hace falta al
te pondré al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu amo. Señor y que se lo devolverá muy pronto.
Se acercó también el que había recibido un millón y dijo: Fueron y encontraron el borrico atado junto a una puerta, por fuera,
—Señor, sabía que eres exigente, que cosechas donde no has sem- contra el portón. Lo soltaron. Algunos de los allí presentes les decí-
brado y reúnes donde no has esparcido. Como tenía miedo, enterré an:
tu millón; aquí tienes lo tuyo. —¿Por qué sueltan el borrico?
El amo le respondió: Contestaron como les había encargado Jesús, y los dejaron. Llevaron
—Siervo indigno y holgazán, puesto que sabías que cosecho donde el borrico a Jesús, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó.
no sembré y reúno donde no esparcí, tenías que haber depositado Muchos alfombraban con sus mantos el camino, otros con ramos cor-
el dinero en un banco para que, al venir yo, lo retirase con los intereses. tados en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se —¡Hosana! Bendito en nombre del Señor el que viene. Bendito el
le dará y le sobrará; al que no tiene se le quitará aun lo que tiene. Al reino de nuestro padre David que llega. ¡Hosana al Altísimo!
criado inútil expúlsenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el Entró en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de inspeccionarlo
crujir de dientes. todo, como era tarde, volvió con los doce a Betania.
Mc 11, 1-11
Mt 25, 14-30
Cuando se acercaban a Betfagé y Betania, junto al monte de los
Olivos, envió a dos discípulos encargándoles:
z Unidad 4, pág. 65, act. eval. 3 —Vayan a la aldea de enfrente; al entrar, encontrarán un borrico
atado, que nadie ha montado hasta ahora. Desátenlo y tráiganlo. Si
alguien les pregunta para qué lo desatan, díganle que el Señor lo
Curación de un leproso necesita.
Fueron los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras
lo desataban, los dueños les dijeron:
Se le acercó un leproso y, arrodillándose, le suplicó: —¿Por qué desatan el borrico?
—Si quieres, puedes curarme. —Porque el Señor lo necesita.
Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
Se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos sobre el borrico y lo
—Lo quiero, queda curado. hicieron montar. Mientras avanzaba, la gente alfombraba con sus
Al punto se le pasó la lepra y quedó curado. Después lo amonestó mantos el camino. Cuando se acercaban a la cuesta del monte de
y lo despidió encargándole: los Olivos, los discípulos, alegres, se pusieron a alabar en voz alta a
—Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, Dios por todos los milagros que ha bían presenciado. Decían:
para que le conste, lleva la ofrenda de tu curación establecida por —Bendito en el nombre del Señor el que viene como rey. Paz en el
Moisés. cielo, gloria al Altísimo.
Pero él salió y se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo Algunos fariseos de entre la multitud le dijeron:
que Jesús no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino —Maestro, reprende a tus discípulos.
que se quedaba fuera, en despoblado. Y de todas partes acudían a Replicó:
Él. —Les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.
Mc 1, 40-45 Lc 19, 29-40
z Unidad 4, pág. 65, act. eval. 4 z Unidad 2, pág. 29, act. 6
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