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               La Creación                                             —La serpiente me engañó y comí.
                                                                       El Señor Dios dijo a la serpiente:
               Y dijo Dios:                                            —Por haber hecho eso, maldita tú entre todos los animales domésticos
               —Verdee la tierra hierba verde que                      y salvajes; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida;
               engendre semilla y árboles frutales                     pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: él herirá
               que den fruto según su especie y                        tu cabeza cuando tú hieras su talón.
               que lleven semilla sobre la tierra.                     A la mujer le dijo:
               Y así fue. La tierra brotó hierba verde                 —Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás
               que engendraba semilla según su                         ansia de tu marido, y él te dominará.
               especie, y árboles que daban fruto                      Al hombre le dijo:
               y llevaban semilla según su especie.                    —Porque le hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol prohibido, mal-
               Y vio Dios que era bueno. Pasó una                      dito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas;
               tarde, pasó una mañana: el día ter-                     brotará para ti cardos y espinas, y comerás hierba del campo. Con
               cero.                                                   sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque
               Y dijo Dios:                                            de ella te sacaron; pues eres polvo y al polvo volverás.
               —Que existan lumbreras en la bóveda del cielo para separar el día   El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que vi-
               de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de  ven.
               lumbreras en la bóveda del cielo para alumbrar a la tierra.  El señor Dios hizo pellizas para el hombre y su mujer y se las vistió.
               Y así fue. E hizo Dios las dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor  Y el Señor Dios dijo:
               para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas.  —Si el hombre es ya como uno de nosotros, versado en el bien y el
               Y las puso Dios en la bóveda del cielo para dar luz sobre la tierra; para  mal, ahora sólo le falta echar mano al árbol de la vida, tomar, comer
               regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla. Y vio Dios que  y vivir para siempre.
               era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.  Y el Señor Dios lo expulsó del paraíso, para que labrase la tierra de
                                                          Gn 1, 11-19  donde lo había sacado.
                                                                                                                   Gn 3, 1-23
               Dijo Dios:
               —Que exista la luz.                                     Entonces el Señor Dios echó sobre el hombre un letargo, y el hombre
               Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de  se durmió. Le sacó una costilla y creció carne desde dentro. De la
               la tiniebla: llamó Dios a la luz «día», y a la tiniebla «noche». Pasó una  costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer
               tarde, pasó una mañana: el día primero.                 y se la presentó al hombre. El hombre exclamó:
                                                            Gn 1, 3-5  —¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre
                                                                       será Hembra, porque la han sacado del Hombre. Por eso un hombre
               La serpiente era el animal más astuto de cuantos el Señor Dios había  abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola
               creado; y entabló conversación con la mujer:
                                                                       carne.
               —¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jar-
                                                                                                                  Gn 2, 21-24
               dín?
               La mujer contestó a la serpiente:                       Y dijo Dios:
               —¡No! Podemos comer de todos los árboles del jardín; solamente del  —Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que
               árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o to-  aparezcan los continentes.
               carlo, bajo pena de muerte.                             Y así fue. Y llamó Dios a los continentes «tierra», y a la masa de las
               La serpiente replicó:                                   aguas la llamó «mar». Y vio Dios que era bueno.
               —¡Nada de pena de muerte! Lo que pasa es que sabe Dios que, en                                      Gn 1, 9-10
               cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados
               en el bien y el mal.
               Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito,
               era una delicia de ver y deseable para tener acierto. Tomó fruta del
               árbol, comió y se la alargó a su marido, que comió con ella.
               Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban des-
               nudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Oyeron al Señor
               Dios, que se paseaba por el jardín tomando el fresco. El hombre y su
               mujer se escondieron entre los árboles del jardín, para que el Señor
               Dios no los viera. Pero el Señor Dios llamó al hombre:
               —¿Dónde estás?
               Él contestó:
               —Te oí en el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me
               escondí.
               El Señor Dios le replicó:
               —¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿A que has comido
               del árbol prohibido?
               El hombre respondió:
               —La mujer que me diste por compañera me alargó el fruto y comí.
               El Señor Dios dijo a la mujer:
               —¿Qué has hecho?
               Ella respondió:
                                                                                                      z Unidad 5, pág. 75, act. 10



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